La vida: esperar lo que no queremos, cual la sombra de la jacarandá siempre separada del tronco. Vivimos a la contra, evitamos no herirnos con las puntas de la palmera, en lugar de solazarnos con la brisa de sus brazos. Y este vivir a la defensiva, gato que hasta del agua huye, nos hace pusilánimes, y aún más oneroso el fardo de nuestros días; pero no lo suficiente. Pues me resisto a tirar por la borda los pequeños deseos: un café cargado de azules y granas al alba, tres cabezadas después del comer honrado, y a la tarde: mirar por la ventana sentado por si
alguien viene, y poder abrirle la puerta.
Cansado estoy del cactus arisco. ¡Para una flor efímera! ¿merece la pena aguantar sus pinchos todo el año?
Y ese alguien, al verme tan resuelto y decidido a desprenderme del cactus y tirarlo a la basura, dice:
¡Déjalo vivir sin más, no le prives de morir dulcemente pensando que a la primavera siguiente otra flor le hará olvidar sus penas de hoy cantando!
Las flores de un día también tiene vida y dan vida. Y una vendrá después y sustituirá la de hoy, como el ciclo de la vida.
ResponderEliminarPreciosa foto, Juan.
Un abrazo.