miércoles, 24 de febrero de 2010

Zapatos en la orilla del Danubio




A orillas del Danubio en Budapest una escultura de Gyula Pauer y Can Togay, sesenta pares de zapatos sobre una plataforma de hierro, conmemoran a las víctimas arrojadas al río por las milicias del partido nazi.

Dicen que la muerte se nos cuela por los pies. Siempre que veo un zapato deshabitado, suelto, solo, desasido, siento un espasmo, como si se me apareciera un fantasma desalmado del cuerpo. Un zapato abandonado, tirado en un terraplén, desplazado en un arcén, olvidado en una calle me sugiere un accidente, un sueño a medio hacer, un pañuelo sin acabar de bordar, como el de aquella muchacha que se tiró desde el puente al enterarse de que su novio ya tenía marido. Su madre aún guarda el bastidor y la aguja tal como lo dejó la hija, sin terminar, desangrado, encima del aparador.

De pequeño aún recuerdo los zapatos lustrosos de mi primer cadáver. Allí estaba el difunto sin andar y a punto para partir, con sus zapatos nuevos, relucientes, inútiles, en contraste con su cara apergaminada y muerta. Luego ya de mayor, momentos antes de que mi padre falleciese, viví también su obsesión delirante de querer calzarse y salir a la calle a escape para que la muerte no le alcanzase.

Un zapato vacío es como un alma en pena que anda loca y fría en busca de una piel amiga que lo caliente. Un zapato sin su planta que lo mueva, sin su tallo que lo calce es una senda sin camino, una ventana tapiada, un árbol caído, un barco a la deriva, sin diesel, sin timonel, un caballo sin doncel.

Mejor ir en piernas, morir descalzo, sin argolla ni apreturas, ni pérdidas que nos hagan daño.

1 comentario:

  1. Hace un par de años estuve en Buda y Pest y paseé en barco por el Danubio, que separa ambas ciudades, pero no recuerdo esa escultura que nombras y que aparece en la foto.
    A mi también se me encoje el estómago cuando veo un zapato viajo, sucio, abandonado y fuera de lugar.
    Algo malo intuyo siempre detrás.
    Me encantó tu cuento por eso, porque buscas el simil de historias que se cruzan entre el zapato y la muerte. Como un alma en pena que vaga sin rumbo....

    Excelente, Juan.
    Un beso.

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