jueves, 7 de enero de 2010

Cerezos en flor



“Cerezos en flor”, film de Doris Dörrie, o de como la muerte de Trudi (la esposa) cura a Rudi (el marido) aquejado de una ceguera cargada de racionalidad, rigidez y aspereza. Pudo también llamarse este film "Bailar con muertos", o lo que es lo mismo: rescatar y corregir el pasado y convertirlo en presente lúcido por medio de una danza global y sentida. Su protagonista: la callada Trudi mientras vivió. Y luego, tras su muerte inesperada: su vívida ausencia que remodela y configura desde las sombras del más allá el temperamento de un marido, antes metódico y distante, y ahora, por el luto y el recuerdo de su mujer fallecida, convertido en un ser tierno, entrañable y repleto de empatía.

No entiendo de cine. Sólo que me cae bien una película cuando de alguna manera descubro en ella algo que tiene que ver conmigo, que aviva mi sentir o que reproduce escenas que me interpelan, que me retratan, aunque sea para mal o en mi contra, que me remueven, que me llevan y que me traen sin darme cuenta por caminos que sin ser mios y parecer nuevos, llevan a hombros las mismas dudas y encrucijadas por las que a diario transito.

Y si además veo esta película con alguien a quien quiero y con quien comparto mi fluir efímero hacia la muerte, ¡pues mucho mejor! Fugacidad, brevedad, iniciación y tránsito. Mi cuerpo lleva en sus genes los días contados. Y precisamente tal vez de esta limitación, flor efímera del cerezo, arranque tanto la belleza como el placer de mi vivir perecedero.

Fue previsora Trudi en vida, siempre preocupada de la enfermedad terminal de su marido que le sobrevive por sorpresa; y luego, incluso después de muerta, bien vela por él a través de Yu, una cómica bailarina, desprendida y servicial, que parece la misma Trudi reencarnada y siempreviva. Por cierto Aya Irizuki (Yu) en su papel secundario, simple e irrevelante, se muestra reveladora e imprescindible, llave, guía y resolución de un conflicto en el que el expectador, yo en este caso, atrapado fui por su sencillez, candor y clarividencia holística, al mismo tiempo que sobrecogido por la hermosura de la caducidad propia de la vida.

Y como Trudi, que se alimentó de la muerte de su esposa hasta el punto de confundirse, travestirse de ella sin importarle incluso el ridículo, quisiera yo sobrevivir ilusionado la momentaneidad de los días.

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