
No quiere Lucifer en esta madrugada de estrellas, en la que hasta el sol por la resaca de anoche amanecerá más tarde, aguar a nadie la fiesta. Su acedía se la guarda el Maléfico y renuncia a remeter contra la emblemática bonhomía coyuntural y festiva de todo un mundo que se acostó con la mujer universal del buen deseo. Tampoco quiere Satán en calendas tan señaladas sacar analogías de la caída de un cardenal o de un Papa en plena misa de gallo. Tropezones en la iglesia, resbalones en política, zancadillas en el ejército, atentados en el metro siempre los hubieron. Fidel Castro, Pablo VI, el general Armada, Al Qaeda y Santa Eugenia.
A la oposición divina, al diablo no le interesa pescar en río seco donde ya nadie se baña. En esta mañana de invierno, tras los rigores de la lluvia y la nieve, desde la calma que respira la alborada, Lucifer a dos mil metros de altura, sentado en la boca del volcán Mayon de Filipinas hace balance, analiza el panorama, como la hiciera desde los medios un jerarca a su país en noche buena. Y prepara su nueva remodelación:
"Los avances tecnológicos, las comunicaciones, la informática, el poder global, la genética, me obligan a modificar mi estrategia. Desde hoy ya no seré más el malo de la película, me disfrazaré de dios para seguir haciendo de las mías"
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