miércoles, 4 de noviembre de 2009

Diosdado Gutierrez



Diosdado Gutierrez era espléndido para la galería; pero para sí mismo, cerrado y egoísta. Y lo peor no era su peculiar manera de entender la generosidad, sino que hacía virtud su comportamiento mezquino. Y se sentía un buen hombre por regalar las mejores naranjas; mientra que las aporreadas, sucias y picadas se las tomaba a puerta cerrada en zumo todas las mañanas.

Hasta que un día, cansado y dudoso de tanta encriptada bondad, se preguntó:
"¿No será esta forma de entender la bonhomía una hipocresía congénita y humillante mía? ¿Acaso con mis dádivas no pretendo presumir y aparentar que tengo más y mejores naranjas que nadie en mi huerto miserable?"
Y Diosdado Gutierrez cambió de clavijas su sesera:
"La generosidad y la avaricia son naranjas de la misma caja, y diferencia entre lo bueno y lo malo no hay ninguna, que amalgamados estamos como la sal y el agua."
Y así fue como Diosdado Gutierrez se cayó del caballo y se convirtió en un hombre extraño.

Y entre otras rarezas guardaba la banderita de la cruz roja de un año para otro. Hasta que cambiaron el logo de la pegatina. Y no pudo engañar más a la bella postuladora de turno.

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