martes, 3 de noviembre de 2009

Primaveras en otoño



"Te juro que esa luna en el ángulo superior izquierdo allí no estaba."
Salí por si podía calmar el rojo de su disgusto que hasta mi buhardilla llegaba. Y vi su monumental cabreo enmarañado a lo lejos. Una cierta belleza encontré en su rictus contrariado, y le hice una foto a los fuegos enfadados del otoño. La tarde nerviosa como un niño, que se resiste al sueño hasta que no le cuenten el cuento, de protestar no paraba. Y su griterío era tan grande que parecía que era yo el que refunfuñaba:
"Todo anda fuera de su sitio, pataribas, cambiado. Los políticos en la trena. El hijo, con menos futuro que el padre. El árbol que en verano no dió frutos, revienta de flores en noviembre. Brotes a destiempo que no llegarán a cuajar. A la vejez, viruela. He visto segar en invierno, y sembrar chuzos de punta en plantaciones de hierro, consejeros masturbados en salones ovales. Las hojas del almendro deberían pudrirse en la tierra; y campanudas se menean aún como quinceañeras. Urbanizaciones terminadas y vacías, y de sobra, y a montones por los parques naturales, y los jóvenes, currículums almacenados en las bolsas de espera, no tienen casa ni contrato. Y hasta las torres de Gaudí protestan por el calentamiento planetario. Pero hasta hoy yo nunca había visto salir la luna cuando no le corresponde".
Y la tarde loca por el desbarajuste climático no sabía si vestirse de corto o de largo, poner buena o mala cara para salir en la foto. Ella no contaba con la luna. Y por eso andaba cabreada. Una luna que no es luna y que sale cuando no toca es un desquicio. Y la tarde repetía:
"Te juro que esa luna que aparece en tu foto es un montaje. Según mis cuentas no estoy preñada"
La luna de la fotografía de arriba es una simple mota de polvo en el objetivo de una vieja cámara.

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