miércoles, 14 de octubre de 2009

Verso quebrado


Puede que la tristeza que tantas veces le quebrara el alma se llamara Carmen, o Adelaida, que para el caso es lo mismo. En la recámara reductora de su sentimiento todos los nombres de mujer le sabían a sinónimos. Siempre a miel, ya fuesen de azahar o de romero. Cuando venía con su angustia al cuello a contarme sus desvelos, yo le decía que el dolor tenía nombre de muchacha:
"A ti lo que te pasa, loco, es que otra vez te enamoraste de una rapaza imposible."
Por su edad avanzada, no creo que fuesen los picazones de su carne, o el ardor incombustible de la sangre agolpada que enderezaba y erguía en otro tiempo hasta el músculo más rendido de su cuerpo cansado, la causa ahora de la amargura de mi amigo.

Y al ver la guitarra que al hombro traía cual verso de pie quebrado, con las cuerdas rotas como el violín que yo en el trastero de mis aperos averiados tenía arrumbado, le dije al estilo manriqueño:
"Hay otras penas si cabe más amargas: cómo se viene la muerte
tan callando, o el convencimiento de que la vida más bien a la corta es la parva de la era por el viento disipada: una mentira azotada por el verano atroz de nuestra siega cantada".

1 comentario:

  1. estimado amigo, su estilo de azulada y su mucho conocer del alma, le hace escribir tan certero... un abrazo

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