
El misterio seduce, cautiva y engancha. ¿Acaso no es la muerte el gran misterio de la vida y andamos sobrecogidos por ello?
Tal vez, cuando todo anda perdido, sea morbosa esa necesidad de agarrarse al misterio.
¿Qué es mejor que aparezcan los cadáveres del Air France, o que la memoria de los 228 pasajeros permanezca en la sagrada aureola de una invisible penumbra cargada de posibilidades inconcebibles en un mar de suposiciones imposibles?
Mejor que vivir en el misterio, que nos instruyan los servicios de investigación de la razón y el conocimiento.
No es retorcida la instintiva necesidad de depositar en el misterio la supervivencia. Lo que es enfermizo es explotar la emoción, las sensaciones, jugar con el dolor y utilizar la superchería como bálsamo y terapia para calmar los nervios rotos por el desastre, la fatalidad, la impericia, o tal vez la culpa, y este deseo de alargar la felicidad más allá de la caducidad y la desesperanza.
Vengo de leer el artículo de un amigo, dedicado a Castilla del Pino, y me quedo con este pensamiento del psiquiatra: "“Todos tenemos múltiples rostros...”, aunque lo importante, Juan, para mí es que sea un solo y humano corazón el que palpite en todos. Últimamente le estoy tomando miedo al avión ¿ miedo al avión o al mundo? Y es soñando, como consigo desafiar al miedo. Creo que la historia de amor de tu amigo es verdadera, si así la vive, la sueña y la conserva en su memoria.
ResponderEliminarLas palabras, cuando son sinceras, tienen temperatura variable, aunque las más hermosas son siempre las cálidas.
Un abrazo
Alicia (maravillas)