
En esta tarde de absentismo veo a Europa deprimida, desilusionada, indiferente, y veo sus tetas alicaídas y fofas que ya no levantan pasiones a pesar de que viejos verdes allá en una isla de Cerdeña se despelotan por ver si su lascivia salvara la política de su erótica.
Y veo como la derecha en tiempos de envejecimiento y bancarrota se convierte en paladín de nuevos valores, los valores cavernícolas de siempre, la exclusión y el retroceso. Y nuevos brotes de nacismo a la sombra, y provocados por la crisis y el declive, crecen como bellotas en un viejo estercolero. Ponga un corrupto en su lista y ganará las elecciones. Ya no veo claveles rojos en los balcones del barrio.
Y veo a Europa hacia atrás, cansada, aburrida y muy plutocratizada. Y siento un escalofrío, un retorcijón de barriga al igual que aquellos años de oscurantismo e hipocresía en los que una úlcera sangraba por los tajos de un sindicalismo reprimido. Ya no veo a la joven Europa, aquella que despertaba ilusiones y cohesión y que abría al extranjero su regazo y su respeto, su libido.
Y veo normal, pero no justificada la apatía de la gente que prefiere ir a lo suyo y hacerle el juego al político, a su orgía, a su corrupción y trepismo. Y la urna y la democracia son postergadas por el sol que más calienta y por la arena indolente de la playa. Y es normal el pesimismo, pero no resuelve nada y hay que seguir p`alante. Que la historia no ha llegado a su final.
Mejor no ver lo que veo y seguir esperando en algo.
El rapto de Europa. De la mitología se aprende mucho, Juan. Y en estos momentos que vivimos, a los que nos preocupan los valores de un Continente, el único que ha sido capaz de exportar valores humanos, principios de solidaridad, estado de derecho, cohesión social, educación y cultura, no puede por menos de asustarnos esta injerencia ambiciosa, de intereses puramente económicos y tan soberbia, que se destruirá a sí misma, tragada por su propia ambición. Tiempo al tiempo, Juan. Y en este mundo, y en esta vida, los que pierden son siempre los que mucho tienen, a corto o largo plazo, porque al final todos se mueren, pero no todos se pudren en su propia ambición. Y esa es al final la peor miseria.
ResponderEliminar