miércoles, 10 de junio de 2009

Nido de mirlos



Cuando el mundo no para de hablar y su boca es una olla de grillos, quisiera ser el silencio, estar en segundo plano, en la sombra. Lo mismo que aquella encina callada en la soledad del páramo, que da cabaña y comida a los pájaros del campo.

Estallidos sonoros, me asustan, hipertensos me desquician.

Cuando la palabra es una tutuvía que apesta y que canta mal, quisiera estar sin ser notado en el bullicio del corral, como el gato en el gallinero que no se le escapa un ratón, y ni el gallo se da cuenta.

Y doy tumbos como un borracho contra las esquinas del zoon logon de Aristóteles.

Cuando la palabra no es moneda en este mercado de necesidades innecesarias, de conciencias perdidas, donde la corrupción y la usura son el agujero negro de la misma democracia, quisiera ser del silencio su megafonía.

Dicen que somos racionales gracias a la palabra. Pues yo en esta tarde de cohetes y de voces, de derroche de fondos púbicos en España según la The Economist, quisiera estar mudo y loco, hablar sin abrir el pico, oír al nogal y al pino. Y ver musitar a la brisa a su paso por un nido de huevos mirlos encima de un limonero.

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