
Y cuando ahora veo este cuadro copia transgenérica y simbolizada de la ventana de la casa de mi abuela, no necesito desplazarme cientos de kilómetros al pueblo de los padres de mi madre para sentir el frescor de la habitación que daba al patio donde el verano se resguardaba de los calores junto al aljibe del agua de lluvia. Y en ese cuarto, al que los nietos llamábamos “el cobijo”, pasaba yo la siesta entretenido con los tebeos del “Capitán Trueno”.
Sin tener nada que ver esta pintura con la fachada real de aquella casa de la calle nueva de aquellos años de cruzadas y reconquistas sin fuste del “Movimiento Nacional Franquista”, me resulta tan familiar, que subo la persiana y me cuelo por la puerta. Entro al patio y bebo a morro del cubo fresco de latón de la cisterna. Y refresco mi memoria en esta tarde de calores y sofocos como si en este instante viviera el ayer que sentí desapercibido.
La virtualidad y su arte me abre la conciencia y el sentido más allá del tiempo y la política. Y es que la realidad más inmediata, como los árboles de la urgencia, me impiden ver el paraíso del momento.
Me ecanta este cuadro parece una ventana de verdad en la que la figura del gato es la imagen de la fidelidad...me gusta este blog lo seguiré...besicos murcianos...
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