
No sé lo quisiste decir, Mario, con tu "Vivir adrede”. No he leído el libro, pero el caballón reseco de mis días se humedece con tan sólo el título.
Y hoy que te mueres siento con más lástima que la vida siempre me coge ocupado en otra cosa y que mi corazón late sin darme cuenta, como las amapolas del camino que distraidas por el polvo de la rutina no ven los pétalos del rojo y su sentido.
Y esta mañana tu muerte me dice que he de vivir adrede y me declaro vivo. Y me afano en arrancar y desenterrar de mi bancal cada una de las patatas de mi huerta con concisión y deleite y no haré otra cosa que no sea sino embriagarme con su alumbramiento y arroparlas de hierba buena para que la desidia y la ceguera de los días no las agusane de su inconsciencia.
Que no se nos agusane la conciencia, Juan, para que puedan vivir sueltas y libres las palabras. Que el Maestro Benedetti ha vencido al invierno, y sus palabras ya no caen en el silencio de los muertos, de esa hipocresia fermentada de envidia, soberbia y amargura. Y cuídame esas "papas", Juan, que el terreno sea mullido, bien aireado y sin huecos, como las palabras del Maestro y las silvestres amapolas, para "vivir adrede" y sin pedir permiso. Y ahora, que vengan a leerlo las de siempre.
ResponderEliminarSiempre atenta a las palabras de Blao
maravillas