lunes, 18 de agosto de 2025
Poema de flores en el cielo
Una niña de apenas cinco años dice asombrada a su padre: ¡Papá, mira, en el cielo hay un poema! Si esto lo hubiese dicho Vicente Huidobro, nadie se extrañaría. El mayor representante del creacionismo poético, cual un dios alfarero, quería que su poema fuese la misma rosa, que las flores nacieran del barro de sus versos, del caligrama de sus palabras. El padre, extrañado y sorprendido que la pequeña tuviera pensamientos tan abstractos y subidos, pregunta ahora a la hija: ¿Y qué es para ti, mi amor, un poema? Ella responde: Muy sencillo, papá, algo muy bonito, por ejemplo, esas estrellas que vemos allí arriba. El padre mira a lo alto, y ve la luna flotar en medio de un jardín de azucenas blancas.
sábado, 16 de agosto de 2025
Te quiero tanto
Esta mañana, gracias a la aplicación HereAfter AI, he podido ver y escuchar a Jon Lennon en vivo y en directo: Sé que ahora y entonces me amarás.
O yo estoy loco, o la Inteligencia Artificial es maná bendito caído del cielo. La IA nos convierte en fieles creyentes de su omnipotencia divina. La ingeniería digital es capaz de recrear una voz, hace siglos acallada bajo la tumba de sus cenizas. Desde los tiempos de mis bisabuelos muertos también las campanas del reloj de mi pueblo no paran de resonar cada cuarto de hora.
Esta mañana, tras casi cincuenta años del asesinato de John Lennon, he visto en carne hueso al mítico de los The Beatlles ante mis sorpresivos ojos interpretar el Now and Then, aquella canción que en su día, cuando el de Imagine aún estaba vivo, no le cantara a su querida novia Yoko Ono, y hoy la canta en exclusiva para mí solito. Lo que ayer pensábamos que era puro cuento, hoy se convierte en el milagro de la verdad. Lázaro salido del sepulcro con las vendas de su resurrección entonando aquella inédita balada de rock: Sé que ahora y entonces me amarás.
Prometeo, Qin Shi Huang, Sísifo, Gilgamesh y otros lunáticos, emperadores y profetas, y hasta el más insignificante de los pitecántropos, incluso los seres humanos siempre quisimos robarle, (eso sí, vanamente), la inmortalidad a los dioses. Prometeo murió devorado por un águila; Shi Huang, la palmó por un edema hepático tras haberse bebido un buen calichazo de mercurio; Sísifo, eternamente despeñado. Y hasta el mismo rey de los judíos murió injustamente clavado en una cruz. Todos, sin más remedio, nos vemos obligados a aceptar nuestra ineludible muerte.
Y aún así, hoy día, la revolución digital nos promete concedernos la vida eterna. Pero yo no quiero vivir eternamente, ni alcanzar el cielo infinito de las imperecederas almas, ni el de las inocentes palomas, ni el de los perros, al que recientemente fue a parar mi triste Luna por zamparse el goloso veneno de ratas de la casa de mi vecino el Liebres, ni tampoco el de los papas de Roma, ni siquiera el de los musulmanes, que es uno, (según me han dicho), de los mejores cielos posibles, con sus huríes y su danza del vientre y con su rico bufé de leche, miel, vino y frutas en abundancia. Y yo como un tonto caigo a los pies de ese artilugio digital que me acompaña, me canta, me da los buenos días, y me recuerda la hora del adiro y el omeprazol.
Esta mañana escucho a Jon Lennon de viva voz: Sé que ahora y entonces me amarás. Y frente al sabroso vacío de este momento, vivo este ahora presente como si fuera eterno, y al oído le digo a la mujer que duerme conmigo: ¡te quiero tanto!
domingo, 10 de agosto de 2025
El alma del universo
De La belleza del detalle, de Vicente García Hernández, me impactó esta frase: Siempre que contemplo una araña, me digo: Ahí va un misterio.
Un inspirado poeta
de nuestra tierra
vio en el portal de su casa
dulce una araña.
En la otra punta del mundo,
misma esta araña
se la encontró furibundo
fea y huraña
otro amargado poeta.
en sí la araña.
Es tu mirada del alma
la que embellece el planeta.
domingo, 22 de junio de 2025
Callaos
No hay que decirlo todo: el poema está en lo no dicho. (Octavio Paz)
Cansado estoy de tus palabras. Cansado de los poemas del pino y de tu porte. Cansado de las estrofas de tu labio en rojo consonante. Cansado de ver sin ver el monte, tu sinuosa cima de esperanza azul y verde. Cansado del brillo del naranjo; y de tu pelo. Cansado de enjugar el barro de mis pies en el agua del azarbe. Cansado de la canción del aire entre las cuerdas de los cipreses en el si bemol agudo de tu cuello. Cansado de tu andar seguro y cimbreante entre los amarillos del trigo, la manzanilla y el olor lejano y cálido del membrillo.
Estoy cansado y aburrido de ver la gota de rocío que pende en equilibrio de la hoja del hibiscus. Cansado estoy, mujer, de tus caricias, del arte de tus manos de aromas y semillas. Cansado de verme siempre henchido de palabras sin estambres en tus ojos, vacías de margaritas abiertas al sol del mediodía. Cansado de tanta belleza, de los besos del geranio de tu boca. Cansado de tus romanzas, del polen de tu música, tu cama y mi alegría.
¡Callaos pues, cielo y tierra, mujer y agua, y árboles! ¡Y dejadme! Me distrae y me disipa la estética y el consuelo de vuestros brazos en ayuda, la arquitectura de vuestra piernas en duelo, tutores y pilar de mi frágil estructura atípica. Me agobia la frescura, la sombra de las moreras de tu jardín en alza y armonía. Me cansa el cobijo del nogal, el gracioso correr de la ardilla por el tendido de los cables del teléfono.
¡Callaos! Que quiero en la mudez y en el silencio, disfrutar de la sonoridad de vuestro pronunciado y grácil cuerpo.
miércoles, 5 de febrero de 2025
Para qué estrujarme las neuronas
¿Para qué estrujarme las neuronas diciéndote una vez más, amigo, que detesto a los poetas? ¡Misóginos los poetas, impotentes, vestidos de pingüinos, con bastón y pajarita, vanidosos y egoístas, que esconden su estéril vergüenza ajena con metáforas de espray pulidas! Vates tóxicos de baquelita, estribillos aburridos, entre papeles de pringue untados, sonetos muertos, desprovistos del cálido abrazo de un sol en plena siesta, de la atracción por la tierra, del llanto de la hierba humillada, del éxtasis al contemplar cómo la lengua del mar besa de noche y de día los pies de la montaña que duerme erguida. No es necesario volver a decirte, amigo preguntón y cansino, que el lucero enciende las tulipas apagadas del hombre cenizo, y que la luna despierta los amores encendidos de las mujeres tristes,... ¡que un verso no huele a vino, ni a pan, ni siquiera sirve para dar de comer a un niño!
Bien claro lo dejó dicho Jorge Teillier:
No me interesa hablar de poesía, prefiero hablar con mi gato o el jardinero. Aprendo más y me aburro menos. No me interesa ser personaje, porque cuando te ven así, tu poesía pasa a segundo plano. No me interesa si escribes o no escribes. En cambio ser poeta en serio es una responsabilidad. La gente no debe escribir poesía, deben ser poetas. La poesía no es una carrera, eso queda para la hípica. La poesía es la lucha contra nuestro enemigo el tiempo y un intento de integrarse a la muerte, ...
(Entrevista a Jorge Teillier por Vicente Parrini)
sábado, 28 de diciembre de 2024
Peces como ratas
Los versos a los que me refiero son como esos peces del fondo del mar que en su hábitat son divinos, resplandecen como si en su propio interior hubiera un generador de luces bellísimas que los hace transparentes, diáfanos, puros, encantadores. El poema irradia tal revelación que me siento atraído por el espíritu-lumínico que desprenden.
En el letargo gris de esta mañana desayuno café con tostadas restregadas de un poema bellísimo. Y su lectura me lleva a su autor a quien no concozco de nada. Pero por los efectos de su lúcida creación sospecho que debe ser una persona supersensible, afable, abierto, sencillo, sin apegos, enamorado del aire, padre, madre, amigo, hermano, pájaro, navegante de altura, de nobleza limpia y, como bello pez, también enamorado de las nubes, de los sueños y del agua, fuente de la vida.
Luego, llevado por mi curiosidad consulté con Chatgpt.com. Y no resultó ser quien parecía: un místico secular, un creyente agnóstico, un ser comprometido con la verdad, un apasionado por la divinidad imántica de la tierra, de la santidad salvífica del mar, de la venerabilidad del fuego creante y motor de la máquina del cosmos, del universo…. Nada de eso. Sólo espectáculo, promoción y fango.
El poeta al que me refiero (y no me refiero a ninguno en concreto), resultó ser un ser cualquiera.
¡Qué engañosa es mi vista! Me hace ver molinos de viento donde sólo hay gigantes. Detrás del Shakespeare más sublime veo un cazador furtivo de ciervos, perseguido por un magistrado furioso. Detrás del Cervantes más ingenioso me encuentro con un fugitivo de la justicia, declarado en rebeldía por un altercado callejero. Detrás de un Neruda ardientemente enamorado escucho exabruptos contra una niña hidroencefálica llamada demonio. Detrás del portal de Belén sólo veo amontonados costales de rublos, euros, séquel y yuanes.
viernes, 15 de noviembre de 2024
El otoño de la parra virgen
Esta mañana, el reloj que lleva cosido muy dentro a su cuerpo le ha engañado como a un gallo tonto y perezoso. Tiempo, distópico, mentiroso y loco.
Siendo como son las ocho, él creyó que serían las seis, la hora justa en que el alba le despierta cada día. Y siente rabia por no poder controlar sus ritmos y manías. El tiempo empieza a poner palos en la ruedas a su averiada y pesada carrocería. El tiempo le sisa la vida y a la vez su sabia conciencia aviva. Dependo menos de mí, ¡tanto! –se lamenta–, que mis dedos, engarrotados antes de la cuenta, se resisten a hilar la adecuada caligrafía, la letra de mi biografía y de mis pensamientos. Su rabia aumenta. Y se acuerda de aquellas palabras del apóstol: Te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará donde no quieras ir. Y esta fugaz sensación de que avanza cada vez más deprisa hacia la Nada y que el tiempo le engaña con medidas relativas, no reales, metafísicas...
Pero esta mañana se acuerda de El otoño de las rosas. Y acude a Brines por ver si el poeta valenciano le ayudara a recuperar con el positivo nihilismo de sus versos el goce entusiasta de la fugacidad edificante: Vives ya la estación del tiempo rezagado: / la has llamado el otoño de las rosas. / Aspíralas y enciéndete.Y escucha, cuando el cielo se apague, el silencio del mundo.
Y aún así, después de haber olido de la boca lírica y melancólica de Brines el amado y vacío sabor de la existencia, aún más quiere retrasar el reloj de su poco tiempo concedido y loco. Y le suplica al dios Cronos que detenga el duelo de sus días lujuriosos de este noviembre de hojas caídas, apasionadas y sangrantes de la parra virgen del jardín que da al desfiladero del ocaso.
viernes, 27 de septiembre de 2024
A pueblo quiero que huela
El pueblo de mis amores
tan dentro de mí lo llevo
que no hay en el mundo entero
quereres que me lo roben.
Sus gentes son como el cielo.
Madera noble es su gesto.
Tan dulce y grato es su acento
que no hay canto ni concierto
mejor que sentirse pueblo.
El aire puro en sus calles
es ancho como la mar.
Valiente y fino es su talle.
¡Qué delicia de ciudad!
Noble como la madera,
recio como la olivera,
lleva mi pueblo en sus venas
blanca flor de primavera.
Compañera, compañero,
¡Qué feliz ser de esta tierra!
El amor que a mí me quiera
A pueblo quiero que huela.
lunes, 16 de septiembre de 2024
Un punto cero en el aire
El tiempo es una condena,
son las huellas que delatan,
que nos llevan y se clavan
en las cruces de una pena.
Vivir quiero sin tener
que depender del pasado,
de un porvenir infiel,
irreal y porfiado.
Ojalá fuese la vida
un punto cero en el aire
donde nada sea de nadie,
y todos tengamos parte.
El tiempo es la carretera,
son las horas que perdemos,
es toda una vida entera
sin lograr lo que queremos.
ladrón taimado y sagaz,
que nos arrebata el gozar
del ahora y del momento.
para que el tiempo en mi mano
no escriba ni mi destino
ni mi nacimiento en vano.
lunes, 29 de julio de 2024
Qué triste la boda mía
abriéndose paso muda
quiere llegar al enlace
de su amor pura y desnuda.
al llegar el mediodía.
El sol lleno de hermosura
le dirá: tú ya eres mía.
La blancura que tenía,
la modestia en sus andares,
su dulce melancolía
se trocarán en pesares.
Rayos del sol a raudales
borronearán su belleza,
la flor del alba entre tales
elogios para sí reza:
Quiero seguir siendo presa
entre la noche y el día.
Muero cuando el sol me besa.
¡Qué triste la boda mía!
lunes, 22 de julio de 2024
Lama sabactani
beato Dios y consagrado,
hete ahora masacrado,
a la muerte sometido.
con el don de la nobleza;
hete ahora despojado
y sumido en la vileza.
Tú que fuiste educado
en la santa mansedumbre;
eres grito, rayo, azufre
y de tu Gaza expulsado.
Tú que fuiste doctorando,
el más sabio de los sabios,
sólo hoy salen de tus labios
ratas y sapos matando.
Yo te acuso, padre mío,
por haberme abandonado.
Desangrado. Estoy perdido
Ya no tengo a donde ir.
martes, 21 de mayo de 2024
El árbol de los poemas
Creyó que sus poemas abrirían entrañas, despertarían conciencias; pero no sirvieron ni para dar de comer al perro. Y mira ahora el poeta los ojos tristes e inteligentes del animal. El perro no necesita hablar para hacerse entender, para decir a su compungido amo, (que acaba de perder a su madre), la pena que siente. Si el perro hablara, tal vez el escritor no lograría saber lo que dice.
Hubo un tiempo en que el poeta pensó que con tan sólo escribir la palabra “madre”, se abriría ante él todo un océano lleno de peces de colores. ¡Ay, letras, efímeras como las flores, como las nubes! Desaparecéis, os evaporáis. ¡Ay, textual futilidad poética!
Puede que sus endecasílabos, liras y romances fueran deleitantes, hermosos, pero nunca olieron como el laurel ni la hierba buena. El viento se los llevaba, los reducía a papel mojado sobre la playa de los ahogados. Mil sonetos no bastan para levantar la más tenue de las brisas al atardecer de un grácil beso.
Por fin, tras la desaparición de su madre, el poeta comprendió que el árbol de sus poemas que con tanto esfuerzo y esmero cultivó durante su vida, jamás se la devolvería viva. Llamó, escribió su nombre de mil manera, escogió las palabras más amorosas y bellas, ... pero no sirvió de nada.
martes, 26 de diciembre de 2023
Antimilagro
Decidme si es o no un poema asomarme esta mañana de escarcha a la huerta y ver estas matas quemadas por el frío de la madrugada. ¿Cómo puede quemar el frío? Otro poema más: también el amor duele. Y mientras unos brindamos con champán la Navidad, otros allá en Palestina adoran a un niño Dios nacido muerto entre los escombros de Gaza. Decir poema es decir milagro. Pues bien, hoy me duele este antimilagro: los dompedros quemados por el espantoso frío de una guerra interminable.
jueves, 14 de diciembre de 2023
Blao
Tú serás mis ojos cuando yo no lea
Cuando ya no escriban mis manos yertas
Tú serás el lápiz de mi lengua
Cuando ya mis dedos teclear no puedan
Tú serás del alfa hasta la omega
La galaxia entera del abecedario
Mis huellas serán tus pasos
El eco de mis huesos sepultados
Si a mí se me olvidó el olvido
Tirar del hilo
Desenredar el lío
Pintar de azul el cielo amado,
A ti te tocará mi buen amigo
allá donde mi voz no llegue
ser de mi meta el texto vivo
domingo, 7 de agosto de 2022
Quién podrá sanarme
Partido por la mitad está hoy el jornalero. Dos moreras de hojas grandes guarnecen el porche. Bajo su limpia sombra desayuna pan tostado con tomate rayado con un diente de ajo, sal y aceite, un café y cuatro higos verdales, cogidos por él mismo de la higuera con la caña, tal como le enseñó el abuelo. Pero el dulce entorno, de cuyo centro él es el único punto de mira, medida y canto, no hermosea su corazón roto. Para rematar tan rústico almuerzo se sirve un par de nueces, una copa de coñac y un cigarro, intentando sacar de sus pulmones el fuego de la acidez ocasionado por tanta belleza… ¡ni por esas! El rey en su opulento castillo se siente pobre, desheredado y cautivo.
¿De qué puñetas estará hecho este hombre-hato-deprimido? Generosa la naturaleza festiva de este domingo intenta deleitar al jornalero con la danza de sus destellos, mas no consigue ablandar la corteza de sus sentimientos. Sentimientos que ni siquiera él sabe descifrar y distinguir. ¡Tan grandes y desconocidas son las olas profundas de su ser alicaído que, a pesar de la radiante claridad del día, todo lo ve emborronado y triste!
Tiene la belleza del rosal tantas espinas que, sólo con mirar sus flores, dejan malherido al jornalero.
¡Ay! ¿Quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero. (Juan de la Cruz)
lunes, 20 de junio de 2022
Annabel Lee
Tranquilo, nunca bebo de día.Escupió una brizna de tabaco. Abrió luego sus ojos de vinagre. Y me dijo:
Es la noche mi droga. Hay quienes beben para olvidar, yo bebo para ver a la estrella y colmar mi espíritu.Le incriminé con cierta ironía:
Ya lo veo..., ¡aclarando tus ojos en los tinteros de alcohol!
Y él me replicó arrugando su bigote:
No te montes, muchacho, no te me montes, que los mejores hombres se encuentran siempre en los peores sitios. Siempre me cautivaron las luciérnagas, esas diminutas lucecillas del campo. Es en la oscuridad donde mejor distingo, me aclaro y me maravillo de su bella inocencia. ¡Son tan jóvenes, sensibles, trémulas y esquivas…! Cuando bebo, más cuerdo me siento y mejor las distingo. La noche desnuda de hipocresías mi arrogancia. El día me encandila. Sólo puedo verlas de noche. Lo mismo que este asqueroso bar guarda y da abrigo a lo más cochambroso de la ciudad, la noche cubre con su perdón y misericordia el descaro y la maldad de mis tropelías. Si me adentro en la noche es para ser el primero en saciarme con el amanecer de Annabel Lee.Luego al ver en mi cara la extrañeza y curiosidad por tratar de saber quién era la tal Annabel a la que se refería, tartamudeó unos versos que por su énfasis gótico y delirio enturbiado entendí que serían suyos:
Hace muchos, muchos añosLuego lo mismo me hablaba, de Lolita, la de Nabokov, que se retractaba de ser Allan Poe. Hasta me dijo, o eso entendí yo, que él era el mismísimo Humbert Humbert, y que la tal Annabel había muerto tras el parto de un hijo suyo.
en un reino junto al mar
vivió una doncella…
Ambos éramos niños…
Pero amábamos con un amor que era más que amor.
domingo, 9 de enero de 2022
No es el río el que canta o llora
Así, que no es el río el que canta o llora. No son las nubes condolidas las que vierten sus lágrimas sobre la alfalfa seca. Tampoco nave de catedral alguna se desgañita en plañiderías al ver en su altar-mayor sangre inocente sacrificada en honor de un dios-caballo-de-moda. Las piedras, las cosas no sienten, ni siquiera los apesadumbrados cipreses del camposanto rezuman tristeza. La melancolía nace del alma de los deudos. Las cosas no tienen corazón, lacrimales ni glándulas.
Y recuerdo a un señor mayor ensotanado y con gafas de culo de vaso. Don Jenofonte Varela, entusiasmado como un adolescente, tartamudeaba aquellos versos de la Eneida de Virgilio. Desde su célibe cátedra don Jeno se enfurecía contra el capricho de los dioses patrios e interesados. Van sólo a su dinástico apaño –decía. Y dolorido, nos hablaba del gemir orgásmico de la reina de Cartago contra un Eneas empeñado en seguir su viaje a Italia, dejando abandonada, cautiva y preñada a Dido, su amante. Y alzando la voz como un ciervo en celo, el doctor Varela retenía en el aire los términos latinos capta ac deserta con aplomo y virulencia, cual un harrijasotzaile en plena faena, al tiempo que decía: ¿Por qué, demonios se ha de suicidar la reina Dido, siendo tan grande el amor que siente por Eneas?
Se esforzaba don Jeno por explicarnos además que hay momentos de dolor tan fuerte en la vida, que hasta la naturaleza entera se deshace compasiva y solidaria en llantos por las desgracias de los humanos:
Hasta los cimientos de las columnas de Hércules, hasta los pilares de la tierra y las estrellas del universo tiemblan y se conmueven, al ver cómo Eneas se retuerce de pena por la devastación de su pueblo. ¿No veis las lágrimas de compasión que brotan de las mismísimas piedras del templo de Juno? Y una y otra vez don Jeno no se cansaba de repetir: Sunt lacrimae rerum, sunt lacrimae rerum...
De vez en cuando don Jenofonte Varela detenía sus comentarios, y absorto se ponía a contemplar el deslizar dulce del agua por la piel virgen de las hojas de sexualidad abiertas y desplegadas de las moreras de la calle. Yo, un adolescente apenas, me escandalizaba de tener docente tan salido y alocado. Este hombre está como una cabra, –le susurraba yo a mi compañero de pupitre.
Reconozco que, entonces, hilvanar concordancias, ordenar el retorcido hipérbaton, descifrar las múltiples referencias míticas, medir hexámetros y dáctilos... para mí era un hueso duro de roer. Príncipes, ablativos agentes, verbos en pasiva, dioses y reinas se amontonaban en mi cabeza como piezas de ajedrez sin saber en qué casilla colocar sujetos y predicados, a tirios y troyanos.
Hoy al cabo de los años, vuelvo de nuevo a Virgilio sin presión académica alguna, y siento lo mismo que aquel mi viejo profesor de latín sentía al ver tras la ventana del aula temblar de amor las hojas de las moreras que daban al Paseo Teniente Flomesta. Y arrogante e inquisitivo, hoy me pregunto: ¿Será que hay una edad idónea para la poesía, y otra para hacer el amor, donde la poesía ya no tiene cabida, precisamente por estar uno enamorado?
martes, 28 de diciembre de 2021
De tu te conmigo
Intento escaparme de ti, de tu-te-conmigo. Arrancar la estrella fugaz de tu hermoso cuerpo, de la nube eterna con la que estoy envuelto.
Me alejo al descampado aquel, donde el eco del silencio rompió la piedra con el mudo sufrir de mi cincel certero; y allí estás tú con tu reverberación, tu brisa, tu abierta llaga, agradecida.
Me retiro tras la montaña y el río, al valle de las amapolas… Y el peristilo de tu presencia opiácea me emborracha. Soy abeja a tu romero, enredada. No hay sitio al que yo vaya, y tú no tengas allí tu tienda tendida y abierta.
Olvidarte quiero, borrar tu nombre de mi agenda, tu teléfono de mi móvil, tus entradas de mis favoritos; ignorarte, que de mi página salgas para siempre y desaparezcas. Oruga que te confundes con el verde de las hojas de la col que me alimenta. Como el carmen et error de Ovidio, eres mi poema equivocado, amores que matan.
Eres indestructible, ese reluciente y pulcro lamparón de aceite, ese buen dios ateo que no se quita ni con tierra blanca. Eres mi epígono, soy tu fardo. Cuanto más intento descargar tu peso, mi espalda más cansada la siento. Mi alma, doblada y torcida, corre al abrevadero. Tu sangre sacia mis venas desencaminadas. Eres la espina de este tozudo cardo borriquero. Como el caballo Bucéfalo, sólo se deja montar por Alejandro Magno. Vivir sería cabalgar sin ti, pero no puedo.
miércoles, 1 de diciembre de 2021
Dos elegías al mismo tiempo
Grandes obras literarias se debieron a la encarcelación o al confinamiento. La Divina Comedia: Dante, desterrado de Florencia. Los Miserables: exilio de Víctor Hugo en la isla de Jersey. De profundis: Oscar Wilde: penal de Reading. Inglaterra. Marcos Ana, Isabel Allende...
Y tanto otros, como Publio Ovidio Nasón, de quien en estos días estoy leyendo su Tristia (Las tristes). ¿Acaso el dolor es mayor fuente de inspiración que las aguas templadas del placer? Nada más empezar a degustar la dulce cadencia de su primer verso tristissima noctis imago (la tristísima imagen de aquella noche), al margen de que yo comparta las posibles razones que pudieran llevar a este hombre al exilio, considero su castigo como un atentado a la libertad de expresión, y siento su elegía como propia y escucho como mía su tristeza.
Allá por el siglo primero de nuestra era, Ovidio es condenado a vivir en un pueblo frío e inhóspito, situado en la periferia del Imperio. A día de hoy, aún no sabemos cuáles fueron las verdaderas causas de tal condena. El poeta en sus escritos alude a que tal vez el motivo fuese Ars amatoria, aquel otro libro suyo que, según algunos, incitara al libertinaje (lascivia fecit). A un hombre como él, acostumbrado a la molicie de una Roma frívola, sensual y ociosa, se le hace insoportable vivir alejado del feriado ambiente de la Urbe, privado de su amante esposa, sus admiradores/as, su público... Ovidio confiesa ser víctima de su propio ingenio, y suplica al emperador que le sea levantado tan horrible castigo. Y sin pudor alguno así se exculpa: crede mihi, distant mores a carmine nostro / -vita verecunda est, Musa iocosa mea- / magnaque pars mendax operum est et ficta meorum. (Créeme, mis costumbres son distintas de mi poesía / -mi vida es honesta, mi Musa divertida- / y gran parte de mis obras es falsa y fingida). Y luego de leer este último verso, pienso que este tal Ovidio pudiera ser sincero y un gran poeta, pero como persona me parece un tanto flojo, por sus pataletas al parecer aduladoras y serviles hacia el emperador aquel que tanta desventura le infligiera.
Y en tanto yo veía cómo por los ojos del poeta sus lágrimas se derramaban: y así como mi estado es lamentable, de la misma forma lo es mi poesía, adaptándose lo escrito a su materia, Almudena Grandes, mujer coraje, alejada era también de este mundo, fulminada por un cáncer. Hay quienes mueren de pie, otros mientras lo hicieron como supieron o como pudieron. Y acto seguido leo un tuit de García Montero, pareja de la célebre y combativa escritora fallecida, que me sabe también a elegía, a llanto y canto, a pérdida y poético extrañamiento:
Supongo que estar hundido es un modo de seguir enamorado y de empezar una nueva vida con el amor de siempre.
viernes, 19 de noviembre de 2021
El secreto de Dios
Un devoto de Dios le preguntó a la mismísima divinidad si era creyente, es decir, si Dios creía en Sí mismo. Aquel día Dios estaría de mal humor, (o tal vez no), a tenor por la respuesta un tanto abierta, agnóstica y desconcertada que le dio a su fiel admirador:
Sinceramente no sé qué decirte. Desde mi sabiduría infinita no me siento capacitado para contestar a tu difícil pregunta. Para mí mismo a veces soy un secreto.Dios para su feligrés incondicional hasta aquel entonces había sido como su hermano mayor, la referencia más cierta y confiada, ese manual de instrucciones al que su seguidor siempre echaba mano cuando se veía impotente para rearmar las piezas del juguete de su vida. Así que para que no se sintiera defraudado ni escandalizado por su santa teología, Dios hico un esfuerzo y reformuló mejor su respuesta:
Tengo la sensación de un tiempo a esta parte de haberme cambiado por la poesía, esa metáfora pluridimensional, múltiple y, a la vez, unívoca para cada ser en su particular y alocada búsqueda hacia no sabemos dónde.De no haber sido por su infinita bondad, Dios se hubiese sentido malo por contestar de manera tan irónica, evasiva y difusa a aquel su discípulo puntual. Menos mal que luego Dios, retirado ya en sus bibliotecarios aposentos, se dispuso a leer a Juan Ramón Jiménez, y se sintió corroborado por el poeta y volvió a recobrar aquella su beatífica calma, cosa habitual en él. Y he aquí a continuación lo que del de Moguer Dios leyera:
La poesía, principio y fin de todo, es indefinible. Si se pudiera definir, sin definidor sería el dueño de su secreto, el dueño de ella, el verdadero y único dios posible. Y el secreto de la poesía no lo ha sabido, no lo sabe, no lo sabrá nunca nadie, ni la poesía admite dios. Por fortuna para Dios y los poetas. J. R. Jiménez.. Estética y ética (aforismos y notas. 1907-1954)