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Me seduce el misterio, la trascendencia, saber donde acaba la vida, donde empieza la muerte, cual es la verdadera realidad si ésta o aquella, e instalarme definitivamente en ella.
Y no es lo desconocido, lo nuevo, lo que me asusta y frena, sino la pena de que tal vez nunca llegue a ser sorprendido por la gratitud de su belleza, sabor y frescura.
Y así cuando en esta tarde esperanzado me empino al árbol y cojo un albaricoque para saciarme de su luz, de su sombra, y luego paladear el hueso como si fuese un caramelo, descubro que la apetecible fruta está llena de gusanos. Como aquel hombre a quien atropelló el tren a su paso por las barreras. Por fuera estaba intacto. Nadie diría que estaba muerto. Pero por dentro sus vísceras estaban completamente destrozadas. Un bodegón sin vida.
Un bodegón sin vida es este miserable mundo, una fiesta de gusanos compitiendo con sus ambiciones, envidias y soberbias. Y siempre ganan los mediocres envidiosos, ambiciosos y soberbios ¿Y al final? El tren del tiempo pasó ¿Intacto, que fue lo que quedó? Más gusanos que devoran lo que dejaron otros gusanos. Pero nada, ni nadie, te robará nunca la hermosura de ser gratamente sorprendido por la belleza de una aurora, su vertical de lujuria, y el luto acumulado de tu sombra, golpeando en el portón de la vida.
ResponderEliminarPara ti (maravillas)