miércoles, 17 de diciembre de 2008

Brindis



Sólo te pido que te dirijas a mi con la misma expectación y respeto como lo harías con un desconocido. Y así cuando digas mi nombre me reinventes al igual que la uva al vino. Y también te digo que después de haberme nombrado nunca me llames de la misma manera.

El amor es único, original y exclusivo. Nada en él hay repetido. Por eso te digo que tras haberme recreado con tu voz polinizadora, racimo de dátiles nuevos, rompas mi nombre y arrojes el licor de tus letras por la ventana de tu sexto sentido para ahuyentar el maleficio de la monotonía, la indiferencia y el tedio, el desencanto, el aburrimiento y la acedía.

Nuestros labios se unirán en un mismo borde virginal y acristalado frente a un abismo de aromas distintos donde nada es igual y todo es estreno. Pues soy esa copa en la que brindan y beben los novios en su convite de boda, sorbo y primicia de sabores insólitos, para luego ¡qué desatino! ser arrojada y hecha pedazos contra las paredes del insorteable destino.