domingo, 21 de diciembre de 2008

Azul herido




Te odio y te anhelo, te requiebro y te detesto. Y siento vergüenza de verme atraído por contradicción tan natural como absurda. Las aguas del río hacia el acantilado del mar, las plantas hacia la luz. Pero tú no eres el mar, ni el sol, ni el árbol, eres su sombra, inseparable mi huella.

Siento envidia, celos de tu claridad. Siempre junto a la imagen ensombrecida en la trastienda del cuarto oscuro de mis verdes deseos. Y no pretendo tu muerte para desplazarte y ocupar tu puesto. Quiero mantenerte escondida en mi recámara para poder matarte todas las noches.

Y si algún día te condenaran a muerte por prófuga y encubridora, no lo dudes, solicitaría tu indulto, no quiero verte muerta, quiero conservarte para odiarte y así poder amarte como tú amas a la flor y al trigo desde la azotea de tu lumbre en llamas.

Es más difícil atrapar con el pensamiento la sombra que dejas, oh mariposa en vuelo, que coger tu endeble cuerpecillo de azul herido.

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