martes, 11 de noviembre de 2008

Un gato en la leñera


“Me siento junto al gato resguardado en la leñera. Llueve. La tierra acoge agradecida el agua. La lluvia limpia el pulgón de los naranjos. Entre el barro y la hierba las gallinas contentas picotean lombrices y caracolas. Y en alguna parte un gorrión se cobija para sobrevivir eternamente bajo el dintel de una ventana."
Mañana si alguien lee esta entrada quisiera que volviera a llover dulce y fértil como ahora. Que oliera a paja mojada, que se viera a si mismo en las hojas esmaltadas del limonero. Que oyera el canto de las canaleras. Y que un gato retozara cariñoso su aterciopelado lomo sobre unos pies seguros y calientes. Escribo para que no mueras.

Todo dependerá de la belleza y frescura, del convencimiento y la fuerza con la que yo sienta y lo escriba ahora. Las palabras deberían reproducir, actualizar el pasado.
"El gato sigue acurrucado, pegado a mis rodillas, quieto mira llover en actitud contemplativa la infinitud nublada. Y su mirada al agua que plácidamente cae sobre el bancal esponjado me contamina, es también mi tranquilo y embobado encantamiento."