
Veamos lo que da este cuento, todavía sin descorchar, que puede ser una botella rebosante de burbujas, y también un ratón travieso que se escurre por los rincones de la despensa del tiempo. Y es que los cuentos son un poco veletas, les pasa lo que a la historia, su resultado, halagüeño o malo, depende del humor o de las prisas de su talabartero.
Supongamos que soy un gato blanco agazapado en la oscuridad del día. Sentado estoy en un banco del jardín de la Placeta Mayor. Con paraguas y avizor a la mañana lluviosa. Hago tiempo como mi abuelo hacía cordeta, relajado, ensimismado frente a la cal de la paredes de la casa de la Salvia. Aguardo al igual que mi madre repasaba los flecos de la tarde, las cuentas de un rosario a ritmo del segundero del reloj de la escalera.
Espero a un ratón para venderle la escoba. Soy constructor de horas, horas de siete vidas. Una mujer desde su balcón de geranios picados de piojillos negros me espanta con su palangana de agua sucia. Y huyo a toda pastilla a la acera de enfrente, a pegar la hebra con otro cuento como lo haría el gusano de seda que teje su capullo dorado, la penúltima cárcel de su andadura final.
jeje, el tejecuentos. Mi padre hacia serones, y aguaderas, y espuestas con esparto que él mismo cogía.
ResponderEliminarTu querido blao tejes con letras historias, inventas unas y retratas otras. Siempre ameno, siempre sereno, constante y blao...siempre blao.
Aun eres un enigma, pero seguiré excavando en este lugar donde poco a poco voy descubriendo tu identidad y tu escondite.
Un beso de admiración.
Pd, gracias por tu visita al cisne, y por tu compañerismo. Pero dime... entras por camagua? o no entras???
me encanta leer tu impresión a mis escritos, y a los de los compañeros. Anda pues, porfi, si no me sentiré culpable y además soy yo quien recibo el castigo directamente.