jueves, 19 de junio de 2008

Luna loca




“Eres muy devota, ¿verdad? A eso se debe seguramente que goces de paz mental. Es algo que me da miedo.”

(Mishima en Confesiones de una Máscara).


Anoche la luna llena con su feraz hechizo inundaba de savia amarilla la flor de la calabaza. Sentí que se descolgaba del cielo. Y el plateado fuego, bólido infernal de su espejo incandescente, incendió vertiginosamente el indefenso cuerpo de mis temblores estremecidos.

Eché a correr despavorido como náufrago de un mar misterioso, embravecido. La serpiente de sus olas seductoras trataba de hipnotizarme con promesas edénicas de oscuro alcance, conocimiento holístico, trascendencia, la dualidad vencida, el bien y el mal engullidos.

Me refugié como pude en el trastero, donde niño me acurrucaba para librarme de los fantasmas adultos. Y me acordé de cuando los primeros habitantes del planeta eligieron la oscuridad de las cavernas para su vivir seguro.

Y me pregunto ahora más relajado, si aún ando escondido en la cueva de mis devociones mágicas esperando la reencarnación de las sombras. Tal vez en lugar de vivir embelesado de las caricias futuras de otro astro por venir, mejor que aquí mismo me bese esta luna loca de realidades preñadas.

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