miércoles, 25 de junio de 2008

Solsticio rojo



Hace más daño el tiempo añorado que este ahora resquebrajado de sal y tierra. Mediodía sangrante. Cuarenta grados frente a un sol de injusticia. Y allá en Bruselas entre tulipanes y cervezas falsos comandantes a la sombra vestidos de polichinelas tejen una nueva Europa más competitiva de sesenta horas la jornada laboral.

La memoria histórica del uno de mayo y su lucha por las cuarenta y ocho horas, abolida por decreto. Víctimas pisoteadas. Y aquel beso militante dado bajo la higuera de barricadas y huelgas quemado ha sido en la hoguera de un san Juan vestido de ujier de las finanzas. Banderas rojas a media asta. El espejo de la cohesión social, añicos por el suelo enmoquetado de los despachos sindicales.

Solsticio de verano. Y la primavera esponjosa vierte sus sueños de verde y agua en las hoces de una estación ofuscadora, atronadora y seca. Manos bursátiles tejen crisis interesadas, pintan horizontes sombríos para guardar en la alhóndiga de su corazón frío el grano de sus acciones al alza.

A medio camino quedó aquella canción de primavera que hoy orada de ausencia la sandía de un día que quiso ser refrescante bocado "internacional". Atrás quedaron los pueblos sin fronteras, las sendas sin peaje, las acampadas libres en medio de la sierra y el café para todos.

Maldito el tiempo que generoso nos dio su aliento y ahora escurridizo y a traición convierte en suspiro y pena aquella crujiente fruta de rojo y agua.

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