Irlanda dice no a Europa como lo dijo en su momento Francia y Holanda. Y en este “no” rotundo tampoco hay coincidencias. Unos la niegan por mercantilista y aquellos la rechazan por corporativista. Europa no es una Oenegé. Tampoco un Credo. Entendido. Pero a Europa yo no la entiendo. Parece un invento a la defensiva. Europa más que sumadora y universalista es segregacionista y antisolidaria. Una contradicción en los propios términos que la definen como posible. Promueve la libertad para las transacciones financieras y comerciales, en cambio a las personas venidas de fuera las criminaliza y encarcela tan sólo por ser inmigrantes.
Con la Directiva de Retorno Europa, en contra de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pretende aprobar la detención durante 18 meses de todos aquellos que elijan su residencia en territorio europeo.
Europa es más bien una entelequia, un galimatías jurídico, un nido de búrocratas que sólo sabe calentar sus monocigóticos a la sombra del nogal ajeno. La Europa que durante siglos expolió a ciento y su madre sigue en su mismo empeño, pero ahora queriéndose amparar en una ley de la que ella es arte y parte. Otro contrasentido más de su particular justicia a la carta.
“La patria son mis hermanos
que estan labrando la tierra.”
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