viernes, 6 de junio de 2008
El cuco vacío
Y que el destino corrija los errores de la historia.
Todas las mañanas salía de la casa con la silleta de ruedas, orgullosa con su cuco de bebé entre sus manos deseosas de ser madre.
En la bolsa que colgaba del carrito la mujer llevaba los pañales de repuesto, la chupeta y el biberón en un termo para calmar al bebé de las posibles llantinas del hambre.
Al llegar al callejón ancho, allá donde el viento del cerro embiste contra la pared del matadero, la mujer detenía su paso y sacaba de la cesta una pequeña manta con ositos y ardillitas de colores. Y con su lana caliente tapaba el hatillo que en su moisés traía.
Se sentaba diez minutos en el parque del Deseo. “El sol en este instante del día es la mejor vitamina para un bebé”, le dice su cuñada que trabaja en una fábrica de salazones. Y tras la compra del pan, las verduras y el pescado, la mujer se surtía en la farmacia de la esquina de cereales, leche de soja, y alguna que otra vez, de un sonajero y un tubo deshidratante para la piel suave del bebé de su quimera.
Así siempre. El mismo itinerario a lo largo de veinte años. Las gentes del pueblo la conocían por la “supuesta madre perpetua".
Hasta que un día una joven violada y preñada de siete meses, se apenó de ver a esta pobre mujer con su silleta de ruedas a cuesta, luna estéril en busca de su lucero ausente. Y mientras la mujer de la eterna silleta compraba en el supermercado pañales para bebés, la joven muchacha de ahora con lágrimas a raudales depositó en el cuco vacío su hijo recién tenido, consecuencia de su relación forzada.
Luego la “eterna madre” del carricoche pondría los dodotis en la bolsa. Y como si nunca hubiera dejado de hacerlo, le dio a beber al recién nacido la leche del biberón que siempre trajo consigo.
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Hola Blao, soy Arcoiris. Tu compi de Camagua, te andaba echando de menos, y veo con alegría que estás bien, pariendo historias lindas y lleno de sorpresas.
ResponderEliminarMe alegro. Como siempre es un placer leerte, aquí o en cualquier lugar.
Besos, Antonia.
Preciosa historia. Ojalá la vida realmente hiciese regalos como los que dio a estas dos mujeres.
ResponderEliminarQue bella y tierna historia, BIEN CONTADA.
ResponderEliminarTe mando un saludo afectuoso.
TETE