Amores antaño muy azarosos. Otras camas, besos rotos. Rivalidades, celos y cuernos prendieron pasiones, amores ciegos y encubiertos.
Hoy: la quietud de unos ojos en la indiferencia de otros ojos confundidos en el mar de una mirada extraña, mármol frío de una lápida, naturaleza muerta.
El silencio de dos cuerpos ya no son extraños sobre la misma tierra, ni recelosos, soldados en su lecho, nicho compartido de infidelidades olvidadas, cenizas de recuerdos, broncas y abrazos.
Como el otoño, desprendidos, dos hojas amarillas sobre la tierra, caídos, lágrimas doradas, sonrisa mustia, crepúsculo callado, antesala y pausa tras el fragor de los días idos.
Amor esculpido, transparente como un vaso de agua tras la quema del monóxido de la ira. Evanescente como el aroma y el vino.
Escaldados y esquilados como lana de oveja, corrompidos como el queso y el triste balar de un sacrificio sin explicación ni fuste.
La lluvia, responsorio, adormece al tiempo muerto que se adentra en la noche dolorida de su tálamo blanco. Y en la tumba: marido y mujer separados que quisieron juntos ser enterrados en tregua eterna y por fin reconciliados.
Que hermosa poesía acerca de una reconciliación eterna...
ResponderEliminarfelicidades por escribir así.
tete