
Esta tarde me restriego bien los ojos. No me creo lo que veo.
Hoy es uno de esos días en que si al crepúsculo se le hubiese olvidado hacerme compañía no tendría que aguantar en este Pleno Extraordinario como se amaña una mentira, de que manera más pepera nos hacen ver blanco lo negro o como un ayuntamiento se lava sus cascarrias con el honrado jabón del vecino.
La política no es el arte de convencer a los ciudadanos por boca de su regidor de que una subida de impuestos es maná que cae del cielo. Mejor hubiera sido reconocer que un déficit de dos millones de euros en los Servicios Comunitarios de Molina no le distingue como idóneo mayordomo de lo público. Resarcir su incompetencia con el bolsillo del contribuyente no es el camino más justo para que los números cuadren. Mejor subsanar las causas de este agujero negro con medidas correctoras de mayor ingenio y no tapar su error contable con la anuencia de una Federación de Vecinos, que a mi juicio y en contra de su propia filosofía neutralista, inocentemente se prestó a este juego político sin terminar de sondear previamente la voluntad de todos sus federados. A río revuelto ganancia de pescadores. Plataforma e Interbarrios que se enzarcen y mientra me llevo yo el gato al agua que dijo el comendador.
Y es que en esta tierra en la que todos los días del año sale el sol con tanta gracia, nos ampara su azul inteligente y sonríen eternas las flores no se corresponde con nuestra mezquina actitud: aplaudimos una mala gestión municipal, vitoreamos a los corruptos a la salida de la cárcel, nos dejamos acariciar por la mano que encarece la capaza de la compra y encima tenemos que recibir como buenas sus lecciones de participación ciudadana.