miércoles, 6 de febrero de 2008

Los arquímedes del mundo


Estaba el hombre tranquilo en la puerta de su casa a medio comerse una naranja cuando una manada de arquímedes que prometían el oro y el moro se le acercaron y con voz de juramento cavernoso uno tras otro le fueron diciendo:

“Dame un punto de apoyo y moveré el mundo” –le dijo el sabio de Siracusa.
“Dame tu palabra y tuya será la honra” -le dijo el caballero.
“Estampa aquí tu firma que la hipoteca será de tu propiedad” –dijo el notario.
“Dame tu voto y te rebajaré los impuestos” -dijo el político.
“Préstame tus ojos y tendrás otra mirada” –le dijo el oculista.
“Dame tu fe y te llevaré derecho al cielo” –le dijo Dios.
“Cuéntame tus problemas, te daré la solución” –le dijo el psicólogo.
“Pon tu cruz en la casilla de Hacienda y tuya será la Bula” –le dijo el Papa.
“Dame tu esperma y te colmaré de hijos” –le dijo la esposa.
“Dame un buen pellizco y te recalificaré el suelo" –dijo el concejal de urbanismo.
“Entrégame tu sudor y te pagaré un buen sueldo” –dijo el capitalista.
“Déjame el riñón, te lavaré la sangre” –le dijo el nefrólogo.
“Acércame un óvulo y tus ubres se llenarán de leche “ –le dijo el marido.
“Véndeme tu alma y seréis como dioses” –dijo el diablo.
“Cásate conmigo y me pedirás el divorcio” –le dijo su pareja.

Y al caer la tarde cuando ya nada le quedaba al pobre hombre por dar, extenuado se sentó a esperar las promesas que nunca llegaban. Y en esto que se le acerca la muerte y al ver al hombre desprovisto de todo le dio apuro pedirle su aliento… Y eso, que le perdonó la vida.