domingo, 30 de diciembre de 2007
Solos ante el Ser
En esta mañana víspera del desmantelamiento del año que agoniza, Nemo paladea la nostalgia de un tiempo que se va. Y en la antesala de las ruinas de un dos mil siete, este hombre siente la Soledad cual meninges de su vivir sentenciado.
Nemo recuerda aquellos versos de un poeta amigo suyo:
“Todos sufrimos de ser, estamos solos ante el ser”.
Hay quien sufre de un dolor de muelas, de un cólico nefrítico, de gota, de apendicitis, pero sufrir de “ser”, deber ser un martirio. El sufrimiento físico es doloroso, pero el metafísico es aún peor.
¡Ay cómo le duele el “ser” a Nemo en el callejón oscuro del ocaso de este año!
Los que no son... ¿sufren? ¡No!... pero tampoco gozan.
Todo se reduce a “ser o no ser”. Y si por fortuna aparcáramos en el Ser.... ¿qué seríamos?
Nemo no tiene ni puñetera idea, no se acuerda del río, ni de la canastilla, ni tampoco de la mano espermatozoidea que lo depositó en la corriente que lo arrastra a ese oceano extraño, espectral que está más allá de los Mares de Estigia. Nemo está solo en sus postrimerías. Una mónada aislada en el confuso maremágnum del cosmos.
Nemo duda de llegar alguna vez a “ser” definitivamente.
La soledad, compuerta que nos adentra en la conciencia. El argumento cornuto de Nemo le salva al menos por ahora del tormento bipolar de su contradicción incomprendida:
“si no somos, somos”.