martes, 25 de diciembre de 2007

Navidad cósmica



Solsticio de invierno. Todo vector genera en su antípoda una reacción que desde su oposición distante contribuye también a su desplazamiento tanto o igual que la parte movida. Tras la noche el día.

No es sólo el aire el que balancea la cresta de los cipreses, es el respirar de los árboles el que alegra este instante y me regala esta brisa. No es sólo el oxígeno que transpira el pino el que pinta de azul el cielo, es el viento, la flora, la jacaranda, tu consideración, esa gaviota que ahora está posada en la farola y nuestros ojos limpios.

Todo esta mañana contribuye a que este sol amanecido, el nuevo oriente, Horus, el que renace cada día o la navidad como la llaman otros desparrame gratuitamente su luz tranquila sobre el portal de mi casa, el pesebre de mis sombras aquietadas.

No es una casualidad que estos días queramos engalanar nuestra conciencia con nuestros mejores sentimientos y deseos.

El comportamiento del universo entero se rige por el principio inmutable de la globalidad sideral. Mutua interrelación entre las partes y el todo hasta el punto de que entre los diversos elementos que configuran el complejo entramado del cosmos no hay discrepancia alguna. Al menos así yo contemplo este momento.

Y este proceder solidario de galaxias y constelaciones se extiende por expansión a nuestra estructura humana y no es que se extienda por conmiseración obligada es que nosotros también somos universo. Y es por eso que cuando el sol nace de nuevo, en nuestra conciencia aflora ese sentimiento reprimido de aunamiento con nuestros semejantes y aprovechamos estos días para restablecer nuestro equilibrio perdido.

Nuestra sensibilidad compasiva bulle con más fuerza y hasta somos capaces de decir con Terencio aquello de "Homo sum, nihil humani alienum mihi puto". Aunque sé que aunque hoy sea fiesta para unos, no por ello han cesado los lamentos. Continúa el mutuo y descerebrado puteo ahí fuera. El acoso y el sordo grito de otras navidades espurias incomprensiblemente aún trepana el dulce sopor de un niño recién nacido.