sábado, 10 de noviembre de 2007

Que te den morcilla


El daltonismo transrelacional es un síndrome muy generalizado en escritores y poetas. Una alteración sicológica en la que el afectado se olvida por completo de su verdadera identidad y se reencarna en la personalidad de los protagonistas de sus novelas y fantasías. El plano de la ficción se antepone al de la realidad. Esta primacía de la fabulación en la vida práctica acarrea sin duda conflictos a lamentar. Recordemos aquel autor de teatro que se hizo escayolar el pie al ver como su actor principal se torcía el tobillo en uno de los ensayos de su obra.

Y esta consideración me viene al recuerdo al recibir esta misma mañana un correo de un amigo poeta que se lamenta del abandono de su chica. Os transcribo aquí algunos párrafos de su dolorido desahogo:

“... nunca dejé de arrimar brasas en el asador de mis poemas a mi amada. La colmé de canciones, odas, madrigales, coplas y baladas. A todas horas trabajé sin descanso para ella. La cortejaba con los más cadenciosos ritmos y dáctilos. La sinalefas más fluidas, las más ajustadas concordancias y metáforas con todo el amor de mi inspiración a su corazón más venusiano iban dirigidas.

... y heme aquí ahora postrado a los pies de su tarro de miel nunca catado y que el destino injusto me ha usurpado.“

Y es que la Dulcinea de la mieles de mi amigo, cansada de no probar tajada entre tanta parrilla de filetes a la prosa y de frituras gratinadas al soneto, ha mandado a hacer gárgaras al poeta, a su quijote ha dejado tirado a los pies de los molinos de su ilusión evaporada con este terceto de despedida:

“¡Mi vate de pacotilla,
mucho ruido y pocas nueces,
anda y que te den morcilla!”

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