viernes, 9 de noviembre de 2007
Posmanta
Hay mercado en mi pueblo. Se me ha roto el escurridor de naranjas y me paso para hacerme con uno nuevo. Y entre los puestos encuentro al Capitalismo que vende lotes de libertad y democracia a precio de saldo.
El tenderete de este señor deslumbra por sus reflejos y colorido. Pasar de largo de este puesto atiborrado de bienes suntuarios me es imposible. Está colocado de tal manera en medio de la calle que todos los que por allí pasamos, por huevos tenemos que detenemos a contemplar su tentadora oferta.
“Es una majadería que vaya usted señor a comprar un escurridor -me dice el señor capitalismo- si antes no dispone de los gramos de libertad que necesita para hacerse una naranjada en un ambiente de tranquilidad y democracia.”
De entrada, que este mantero sea el garante de mi bienestar me mosquea. Yo siempre creí que la libertad y la democracia la vendían en el mercado de más abajo, ese que sólo abre cuando llueve a gusto de todos. Y su precio -que yo recuerde- no se paga en euros, que no cotizan en bolsa nuestras necesidades “reales”.
Deduzco que el hombre que me ofrece su mercancía es un posmanta desacreditado en toda regla, un vendedor de sensaciones ficticias, marcas ilegales, lo que se dice un estafador imperialista al que sólo le interesa el consumo para incrementar su poderío en este mercado único de despropósitos y veleidades engañosas.
Y me zafo de este mentidero como puedo. Sigo en busca de mi escurridor de naranjas. Y cuando al fin encuentro mi colador deseado, descubro que su vendedor es el mismo posmanta de antes, el tendero de libertades y democracias trucadas. ¡Que no hay tu tía, que el mercado de mi pueblo está copado por el mismo emperador de las galaxias!
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