domingo, 11 de noviembre de 2007

Cosa santa


Sois todos unos mentirosos, sí, vosotros los que renegáis de la caja tonta, que más que tonta es sabia y santa. La tomáis equivocadamente por un basurero, la llenáis injustamente de improperios. Inculpáis a los que curamos las heridas con su medicina, a los que entre serie y capítulo rescatamos nuestro tiempo olvidándonos de nuestras penas. Y allí entre virtualitis y novelas nos sentimos protagonistas de otras vidas que no pudimos tener porque la que tenemos no es nuestra.

¿Por qué arremetéis contra nosotros? Somos simplemente ojeadores de su colorido destello. Frente a este icono de sueños catódicos estamos como en misa, calladitos sin hacer daño a nadie, mientras que vosotros los esenios, los limpios de corazón enredáis por los rincones, levantáis barricadas, disparáis escandalosas soflamas de inteligencia barata.

Si no nos apetece leer y nos carga la informática, no por ello somos menos carrozas y embusteros que vosotros, que a escondidas os atiborráis de su visión hasta las tantas. Compráis su publicidad, véis el tiempo, la CNN, los documentales, grabáis la réplica del rey a Chávez en la Cumbre Iberoamericana. Y mientras tanto, ingratos, hacéis de la tele un patíbulo y ante su nítida pantalla, nos vaciáis los ojos, nos quitáis nuestro sofá y os repantigáis a sus pies lo mismo que hacemos todos.

A mí no me da vergüenza confesar que la televisión me atempera, relaja mis iras enervadas del trabajo sumiso. Es mi valium, mi dulce sopor. Me duermo con los deportes. Y cuando alguna vecina viene a mi casa con ganas de peleas o a criticar al barrigón del panadero que se acuesta con mi prima, yo enseguida enciendo la tele y pongo la "salsa rosa" y se acaban las inquinas que la tele es cosa santa, pan bendito, por eso yo todas las mañanas limpio y beso su pantalla como si fuera la fuente donde lavo mis analfabetas y putrefactas cascarrias.

Bueno os dejo, que me espera la señora junto a la mesa de camilla con dos tazones de malta y unas gotas de anís de garrafa. Que a esta hora de la siesta los dos encariñados y junticos nos sentamos a ver “amar en tiempos revueltos”.

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