jueves, 8 de noviembre de 2007
Mundo patafísico
En este mes de los muertos son tantas las ganas de vivir que me encarnaría en el helado corazón de esta piedra que sujeta la puerta falsa del corral de la casa. Vendería mi alma al diablo, cambiaría mis días por la eternidad de esos montes que ven salir el sol desde el cuaternario.
No es justo que un pedrusco que sólo sirve para atrancar un desvencijado postigo haya sobrevivido a varias generaciones de “Blaos”. Mientras que de los restos de mi padre sólo queda un poco de su rala pelambrera.
Fue mi bisabuela la que un día de ventoleras puso esta piedra aquí como tope para evitar que los portazos arrancaran el jambaje de la entrada. Y ahí tienes a este guijarro inerte más fresco que una lechuga. Mientras que los “Blaos” ya casi llenamos las setenta hornacinas del panteón familiar.
Servido está el absurdo. Estamos en pleno apogeo de la patafísica, ese mundo en el que la excepción es la norma, convertimos en milagro lo trivial, la confrontación. Y en el secular paraninfo de nuestra cínica civilización beatificamos la mentira razonada. El comunicado es verdad antes de que suceda. Fabricamos la verdad a nuestra medida. Y llamamos pecado al amor. Virtud al suicidio.
Esta mañana de postre en el desayuno en puesto de unas natillas con canela me zampo que un alumno mata a ocho personas en un colegio en Finlandia tras anunciarlo en YouTube. No es noticia el suceso sino su previo anuncio. Otra aberración acumulada. El poder y la verdad es el canal.
Cada primavera brota el geranio. Hasta en otoño lucen las amapolas. Pero a estos muchachos de Tuusula muertos por el “espíritu de la tormenta” ¿quién les devolverá ahora la flor de su juventud recién cortada?
Y es que la violencia, la xenofobia, el si vis pacem para bellum, la selección natural, la supervivencia del más capaz, son otros de los sinsentidos en bocas de algunos prohombres que como la muerte misma se convierte en el mayor de los absurdos.
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