martes, 13 de noviembre de 2007
Mal de uno, fastidio de todos
Dos meses antes de llegar la navidad mi vecino el “Pelenque” compra un décimo en la administración del Gato Negro. Luego al llegar a casa lo introduce desplegado bajo el cristal del cuadro de san Pancracio que preside su alcoba. Y en la misma alcayata de la estampa del santo cuelga un manojo de perejil fresco.
El Pelenque vive justo encima de mi casa. Debe tener mal el desagüe porque el techo de mi cuarto está todo rezumado de manchas húmedas y descascarilladas. Subo para ver cómo podemos solucionar lo del escape del agua.
Y me lo encuentro ataviando al santo con un ramito de perejil. Me comenta que de pequeño su abuela hacía lo mismo, para que el abuelo dejara de empinar el codo. Por cierto el abuelo del Pelenque murió el año pasado de cirrosis aguda.
Le pregunto si por mediación del piadoso truco de darle de comer yerba fresca al santo le tocó alguna vez la lotería.
“Ni la pedrea, vecino, ni el reintegro siquiera”.
La verdad es que yo paso de san Pancracio, del gato negro, del premio gordo, de la pelotera que se ha armado entre el borbón y el chavito rojo de Venezuela. Siempre creí que la suerte no baja de las estrellas, sino que anda dibujada en nuestras manos afanosas. Yo sólo he venido a ver al Pelenque para ver si de una vez por todas entre los dos solucionamos lo del goteo de la destartalada bañera.
Así que le digo a mi vecino:
“Pelenque, según tengo entendido para que el décimo te toque, has de poner la yerba mirando a la Caja de Ahorros donde tienes ingresada la nómina”.
Y luego entre los dos, como si el manojo de perejil fuese el mismo generador de las bolas de la suerte tratamos de que la cabeza del ramo mire hacia la torreta del salón principal de la Casa Real de la Moneda.
Y es que la suerte de mi vecino está muy emparejada a la mía. Que en una vieja corrala como en la que vivimos el palenque y un servidor, el mal de uno es fastidio de todos. Y si a él no le toca la lotería, me figuro que yo seguiré con mis goteras y ustedes me figuro que con sus churretones.
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