miércoles, 14 de noviembre de 2007

Barco embarrancado


A No-el(i)a se le cae el nombre a pedazos. Sus letras se desmoronan poco a poco. Noelia está muy deteriorada, tocada de muerte. Varado su cuerpo. En la 207 del hospital Reina del Consuelo está también su novio, resentido por la enfermedad de la paciente. No se despega de ella un momento. Treinta años los dos. La pareja se quiere a rabiar, a partir un piñón. A muerte se aman como el barco y la ola, el pez y el agua.

No-el en su agenda escribe el nombre de ella, su patología, el diagnóstico, sus constantes, sus consonantes vitales. En una mano, la pluma, y con la otra cogida tiene la mano zambullida de Noelia. No quiere Noel quedarse sin ella.

La tinta azul dibuja regueros de palabras de óxigeno, trazos burbujeantes, algas verdes en mares nuevos, significados ocultos. Y conforme Noel escribe en la tierra abonada de su papel en blanco flecos y ribetes de onduladas esperanzas, comprueba que Noelia se recupera. Por el contrario, cada vez que el novio se detiene o se deshace de la escritura, la llama del cuerpo de Noelia se apaga.

Noel deduce que entre su escribir y la recuperación de Noelia hay una relación de causa-efecto. La tinta regeneradora del cálamo se introduce por las venas de su novia cual una transfusión de sangre-vida. Las palabras escritas de Noel son el fuelle que aviva el rescoldo de un corazón apagado, el mar que sostiene su barco. Noel entiende entonces que vivir y escribir son la misma cosa.

El escritor y su obra, Noel y Noelia, ambos son enfermos de su existencia, y quieren carenar con la escritura el barco varado de sus vidas.

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