"Después de su presentación el pasado sábado, el teléfono 016 de atención a mujeres maltratadas está colapsado. Desde su inauguración el servicio ha recibido más de 4.000 llamadas que han provocado el colapso de las líneas."
La puerta entornada del dormitorio me mostró tu pecho roto que sangraba semen negro por el pezón de tu rabia.
El diablo a mandíbula desencajada mordía tu cuello de flores blancas, carne de mi carne ensangrentada, se mofaba a carcajadas de tu cuerpo, azucena maltratada por los empellones de un bruto que en una noche de lobos tronchó el jardín de tu casa. No se saciaba de roer en tus entrañas la manzana de tu sexo torturado. Impotente sanguijuela atenazada te tenía contra el altar de tu alma. Y cuanto más arremetía su culo de azufre contra el pilar de tus muslos sagrados, más lánguido era su falo, azul-claro como la llama, la cola de un ratón que se escapa.
No pude contenerme. Le pegué un puntapié a la puerta y corrí a librarte de aquella posesión diabólica. Me arrojé como una flecha directo a tu cuerpo ardiendo. Como el huertano que arranca de la tierra una cepa agusanada quise extirparle de cuajo sus genitales a ese canalla.
Y en esto que sentí tus uñas sobre mi cara confusa. Y recuerdo tus palabras cargadas de odio, de dignidad y coraje ante mi asombro, mi impostura, el acoso de un marido irrefrenable:
“El infierno eres tú que me quemas con tu risa, con el alcohol de tu instinto, el desprecio, tu tortura.”
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