Hispanizar, colonizar, conquistar, son verbos transitivos de dominación y prepotencia. Hablar de descubrimiento tampoco es cierto. La viña ya echaba uvas antes de que Noé catara por primera vez el vino. Es el alba la que me despierta todas las mañanas y no al contrario que no huelo yo la flor si antes el rosal no me alarga su mano.
Celebrar la fiesta de la Hispanidad no es hacer un paréntesis en nuestra historia más reciente y regresar a los tiempos en que los que el cardenal Gomá nos adevertía en su “Apología” de los peligros de perder las esencias del alma española.
Celebrar la Hispanidad no es pasar por alto los 60 millones de indígenas que murieron durante la conquista de América.
La defensa de la Hispanidad en el pasado siempre estuvo en boca de los defensores del inmmovilismo más arcaico. Hispanidad no es decir que no hay otro credo que no sea el nuestro. Tampoco convocar actos de reparación y desagravios en favor de la monarquia.
Hispanidad no es una españolada, que no es presumir ni españolear, ni andar por ahi diciendo que la mayor cosa después de la creación fue el descubrimiento de las Indias.
La Hispanidad no es una cesta de votos. Recurrir al tremendismo, enarbolar la abstración vacía de los valores patrios, cacarear la unidad en lo universal y no aceptar los hechos diferenciales de cada nacionalidad o región es volver de nuevo al lugar común de aquel “espíritu nacional” de infeliz memoria.
La Hispanidad no es un patrimonio en manos de la reacción o el catolicismo.
La Hispanidad hoy bien debería ser un día para alegrarnos del mutuo enriquecimiento multicultural, étnico y mestizo, un acto de justicia, de reconcialización, pedir perdón y contribuir con el reparto distributivo desde una política de inmigración más humana frente a los desafueros cometidos en el pasado y consolidar las base de un nuevo mundo para todos.
La Hispanidad hoy bien debería ser un día para alegrarnos del mutuo enriquecimiento multicultural, étnico y mestizo, un acto de justicia, de reconcialización, pedir perdón y contribuir con el reparto distributivo desde una política de inmigración más humana frente a los desafueros cometidos en el pasado y consolidar las base de un nuevo mundo para todos.
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