miércoles, 31 de octubre de 2007

Peces en patines por las azoteas



Y de ese lío de no saber vestirse del derecho vino la moda de calzar al revés, desemparejado.

Hoy he visto a un tenista famoso con un calcetín de cada clase. Yo no sé si tal vez a posta, pero aunque lo haya hecho equivocado, seguro que este error devendrá en costumbre, y a partir de ahora Adolfo Domingo, Chanel y el mismísimo Prada vestirán estrafalarios a la reina, al rey y a todo el cortejo acreditado que quiera sumarse a esta moda.

Cualquier gesto insignificante cacareado por una persona importante sienta todo un precedente que determina la historia hacia metas insondables. Y así el mundo va a remolque cuando sus ramaleras no las llevan sus arrieros, los jornaleros de siempre.

Morterico, el mendigo de mi pueblo anduvo desaliñado de puerta en puerta los años de mi infancia. Y quise imitar yo sus atuendos, sus harapos para no ser menos, y que los vecinos atiborraran también mis bolsillos de mendrugos de pan y abultada calderilla.

Y cuando aquel día me vestí de Morterico, una buena colleja me llevé de mi santa madre que quería que su hijo fuese el más rico y elegante de la calle.

Y ahora basta que un pijo adinerado se coloque unos pantalones rotos por montera para que todo un coro de pringaos no sólo se los ponga sino que además pague por ellos más que por unos calzones nuevos.

Recuerdo también que en el instituto el profesor de historia nos explicaba que las revoluciones las hacía la burguesía. Y yo que veía a pleno día, mientras los señoritos tomaban café en el casino, a los obreros y estudiantes plantando cara con sus barricadas al Régimen, no me entraban aquellas lecciones de historia.

Pero hoy cuando veo a todo un ídolo del deporte con una zapatilla de cada clase comprendo aquello de la "imaginación al poder”. Y ya no me extraña ver a los peces caminar en patines por las azoteas y con un borceguí de cada color en sus aletas.

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