“No le tengo miedo a nada
ni le debo nada a nadie”
(Palabras del Pte de la Región de Murcia. Prensa de hoy)
Esta frase limpia como nacida del agua, salida de la misma boca del Príncipe de Las Zacatolias huele a virginal manojo de flores. Pero tras su inocencia se esconde la más imbecil de las arrogancias. Absolutismo engreído, desagradecido: no reconocer que nadie se hace a sí mismo. A él lo coronaron los votos.
¡Ay cielos, si la garganta de mi vecino, su cartera, o su mujer pudiera esculpir a voces este dicho en el frontispicio de su careto, sin alegatos, sin hipocresías, sin intereses, qué feliz se sentiría sin acredores, ni trampas! Que hasta el aire que respira no es suyo, sino de todos, como la catedral y la playa, el Reguerón y La Manga, Cabo Cope y la sierra de La Almenara.
Y por las noches mi vecino no duerme, que le despiertan los inspectores de hacienda, la hipoteca de la casa, la factura de la luz, la roya de la cebada, el aullido de los lobos que le trepanan al alma como al músico de la Platería, al negro de la patera, al mendigo de la esquina y al mismo niño del Malecón que no tiene un padre con pelas p`a mercarle los libros para la escuela.
¡Ay si mi vecino fuera el d´Artagnan del honor, el paladín del Presidente, el mosquetero de la conciencia tranquila, con su valiente espada desenfundaría a los fantasmas del miedo que le recome la duda de no saber quien es porque cada vez que al espejo se mira, de tan menguado que está tan sólo se ve una parte, la que menos brilla!
La otra, la perdida, por más que la busca no da con ella. Se la quitó Luis Valcárcel.
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