viernes, 5 de octubre de 2007

ADN





En Francia aprueban la autorización de las pruebas de ADN para aquellos inmigrantes que soliciten el reagrupamiento familiar.


¡Y yo que creía que la sangre sellaba pactos, emparentaba razas, hermanaba a las gentes, abatía clases y que a todos nos unía como el aceite y el huevo que cuajan el ajo en el almirez dorado de la especie humana!

Pero no. Hoy ha resucitado en Francia la momia dormida con su esvástica en la solapa, con su jeringa enristrada, dispuesta a urgar en la sangre esa mólecula ácida, el garbanzo negro, ese marcador genético que impida a quien lo lleve en sus venas pasearse por los Campos Elíseos, la Plaza de la Concordia, la Bastilla, referencias por antonomasia de las libertades alcanzadas frente a los absolutismos del pasado.

Y luego, tras la confirmación del test sanguíneo, los servidores de una ley racista con Sarkozy a la cabeza dispararán descargas eléctricas, soltarán a sus perros para expulsar a la fuerza de sus fronteras y calles, de la “banlieu” y de las alcantarillas a los extranjeros marcados con el aspa de aquel capirote rojo que llevaban los castigados por la Inquisición. A todos aquellos que no son de nuestra leche, que no lleven el brazalete del Orden Nuevo colgado en la pechera de sus hematíes quemados serán en la hoguera.

Y de nuevo la Cruz Gamada, los exámenes biológicos, el genotipo diferenciador levantarán un muro más grande que el de Auschwitz, más alto que Babelia y tan indigno y despreciable como la vergüenza humana.

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