sábado, 27 de octubre de 2007
En busca del dinosaurio
Sueño con el dinosaurio. Me despierto, pero no está, y voy en su busca.
Los sueños se nos enredan en la noche no sin alguna razón. Soledad Arniches es la limpiadora de las oficinas que están justo enfrente donde yo trabajo como mozo de almacen.
Pues bien, anoche soñé con ella. Pero su cara no era la misma. Su brillante pelo lacio de mechas doradas se le caía a trozos. Su cabeza llena de roales pelados era el cuerpo trasquilado de una pobre res acuclillada y enferma.
Y esta mañana cual ojeador a la caza de su presa acorralo y tiento al sueño. Me dirijo a las oficinas donde la Sole trabaja. El conserje me dice que está de baja, que le han detectado un cáncer. Me llego hasta su casa. Y allí la veo amagada junto a la estufa de leña y no me sorprendo de encontrarla con el mismo afeado y raído corte de pelo con el que se me apareció en el sueño.
Os confieso para mi vergüenza que me he asustado más de comprobar la verificación de mi sueño que de encontrar a Soledad Arniches con el mismo aspecto con el que se me apareció anoche cuando soñé con ella.
La Sole se percata de mi confusión, coge mis manos aturdidas y con las suyas la masajea suavemente, me tranquiliza y dice con voz agradecida:
“Sabía que vendrías”.
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