jueves, 18 de octubre de 2007

Memoria histórica


El hábito no hace al monje como tampoco el nombre de la calle donde vivo me hace feligrés y devoto de san Pascual Bailón. Pero hoy no quisiera ser taxista y llevar a este hombre a la calle que me dice:

“Por favor, avenida Millán Astray, número 36”

Acostumbrado estoy a llevar a venerables jubilados al hogar del pensionista a jugar la partida, parejas de novios al Parador del Tálamo, viajeros adormilados a la estación de autobuses. He llevado gente compungida al cementerio, familias enteras a Las Salinas a comer en armonía su tortilla de patatas en el día de san Antón, hasta parturientas he llevado a toda prisa a la Arrixaca. Mi profesión, toda una carrera de obras humanitarias.

Pero hasta hoy nadie me había pedido que lo llevara a un pasado nacionalista de recorte patriotero y golpista en el que un teniente coronel en el mismo paraninfo de la universidad de Salamanca, templo de la sabiduría, se atrevío a decir aquello de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!".

Y es por eso que le digo a mi cliente:

“Perdone, señor, pero en el callejero que yo manejo, por mucho que ojeo y busco, no encuentro esa dirección, si le da lo mismo le llevo al Paraje de Molina a ver si allí su mente con la fértil canción del río se desempolva de sus caducos recuerdos de tan ingrata memoria”.

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