jueves, 27 de septiembre de 2007

Suicidio divino




“Es muy difícil encontrar un gato negro en una
habitación oscura, sobre todo si no hay gato.”

No aguanto que la gente me maldiga a todas horas, que vayan hablando pestes de mí por plazas y rincones. Todos se cagan en mis muertos y me acusan de ser el responsable de ese dolor inocente que hace llorar hasta las piedras.

Mi paciencia es infinita, pero estoy cansado de ser quien soy. Maldigo la hora en que aquellos derviches frustrados me parieron e hicieron de mí un becerro. Ojala hubiese nacido amanecer, aire, incluso amapola, cenicienta o "negra" como decía aquel acertado graffiti que apareció en la fachada de la iglesia de San Andrés de Navalmoral. Todos andarían por ahí alabando mis encantos, mis colores, mi aroma, mi modestia.

Yo no soy un pederasta. Tampoco mandé quemar en la hoguera a Miguel Servet. Que uno tiene su orgullo, su sensiblidad, su aguante, y el mío ha reventado el saco de mi santa benevolencia.
Antes de que Nietzche me mate, me muero yo. Antes de que la ciencia me llame impostor me quemo a lo bonzo, me consumo en una zarza ardiendo. No quiero pasar a la historia como el que no soy, un fundamentalista belicoso, violador de los derechos más elementales, machista, ginófobo.

Reconozco que tal vez en algún momento perdí los estribos y cometiera alguna imprudencia. Como aquella de hacer el mundo en siete días. Tenía toda la eternidad por delante. ¡A quien se le ocurre! Así de destartalado me salió el pobre. Si hoy volviera a empezar os prometo que intentaría tomarme el tiempo necesario hasta que la obra hubiese quedado un poco mejor. Pero ya es tarde.

Lo tengo completamente decidido. Claudico, me quito de enmedio. A partir de hoy seré el Invisible, el Inaudibe, el Indefinible. Como Dios que soy, debo dejar de ser para seguir siendo. Seré la Nada que siempre fui. Pero que os quede claro: no abdico en nadie. No vayan luego por ahí diciendo que le dejé el mando al Presidente de la Curia Romana.

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