
Dicen que la soledad no existe fuera de nosotros, sino más bien en lo más hondo de nuestra savia. Pero esta mañana el alba quiere ser lluvia, tormenta, luna creciente, quiere salir de su soledad, el perro de su compañía.
Y veo al nogal completamente mojado por la soledad que lo empapa, acompañado del silencio de sus raices musitantes.
La nostalgia no es triste que es dulce y la soledad está en la hoja caída, en la rama, en su fruto que clama y brilla. En la soledad es imposible estar muerto (B. Casares). Por eso esta mañana el alba desayuna un café de soledad cargado. Nunca más cerca estuvo el amanecer del olivo, el parral y la chumbera que hoy que los sorprendo a solas y contentos por el canto del agua, por el otoño que empieza.
La soledad es estar con uno mismo, como aquel que aburrido de estar consigo a solas no cesa de mirarse en el espejo. Y esta mañana el alba se reconoce a sí misma en cualquier cosa que toca, en la semilla, en la flor de la calabaza, en el ajo que despunta, en el apio, en el cristal de cualquier cosa que mira.
Hoy la soledad es una mujer encinta preñada del universo.
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