
En medio de la bruma una silueta deja su hato sobre la piedra limpia y un hambriento golpe de agua se traga el zurrón sin dejar rastro.
“Dentro de un instante lo mismo para mi” cavila el hombre sobre la roca del amor frente al mar enfurecido mientras contempla su morral zambullido. “No contaron conmigo para traerme al mundo. Al menos mi muerte será una decisión libre.”
Noche cerrada. Treinta años de prestado, inquilino del hotel del tiempo. Tan sólo le acompaña la cetrina luz de una farola con su brazo tembloroso de sombras tristes y alargadas. Inmóvil y cansado el hombre quiere rescindir su contrato de alquiler con la casa de sus días.
La silueta tienta al mar asesino. Quiere convertirse en espuma, dormir para siempre junto al propio reflejo que se mece en la cama del agua.
Y en la silenciosa espera de la valiente estocada, los juveniles pechos de la luna saltan refulgentes desde el fondo del mar. El hombre, aún siendo noche cerrada, siente su hermosura. Nereo acaba de conocer a la mujer de sus sueños.
Luego el hombre y la luna siguieron su camino saltando amores al aire húmedo de la arena viva.
Cuando dos personas conocen el amor, las aguas de su placer acarician las playas del mundo entero.
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