jueves, 6 de septiembre de 2007

Asinaria




Volvemos a las andanzas en que sirios y troyanos por un quítame allá esas pajas se liaron a trompazos. Y es que nunca dejaremos de ser en cierta medida licántropos cavernarios. Homo homini lupus que diría Plauto en su obra “Asinaria”.

Y es que llevamos en la barriga, en los dientes y en el rabo la maldita propiedad, un puñado de tierra donde sembrar la ceguera, la codicia de enterrarnos, pasto seco para nuestros días contados. Por una meada en mi puerta ladramos al sol y a la luna, rebuznamos a la sombra, a las estrellas zurramos y al vecino le arreamos mandobles y zurriagazos.

Por un problema de lindes hubo un acaloramiento y un ganadero arremete con su coche y mató a su colindante.

No es necesario volar hasta Villafranca para presenciar estos desmadres. Pues muy cerca de mi casa dos pueblos fronterizos han sacado sus espadas. Y por una vereda vieja, una rambla de ganado, se la tienen sentenciada.

A San Pedro del Pinatar y El Pilar de la Horadada no le avergüenza tirar cada uno del pellejo de su presa como si en ello les fuera la vida, el credo y la honra.

Que no hay más honra ni más fama, más Dios ni carta magna que ser ciudadano del mundo, habitante del planeta y transhumante y peregrino de una tierra sin fronteras.

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