sábado, 20 de agosto de 2011

El dedo de Mou


Bueno, hoy he visto en televisión -le digo yo a Asclepiodoto- como un entrenador le ha metido a mala leche y de improviso el dedo en un ojo a su colega, el segundo del equipo enemigo.

Mi amigo, además de su raro, medicinal y nombre atrevido, es persona muy entendida en todo lo que se refiere al campo, es decir sabe casi de todo, menos de los campos, de los campos de fútbol.

Asclepiodoto no para de ilustrarme con la de cosas que se pueden hacer con los sobrantes del maíz; con las farfollas: colchones; con los zuros: encender lumbre; con las espigas: comida para los conejos; para la retención de orina: el pelo de las panochas.

Asclepiodoto sólo pone la tele para escuchar la meteorología. Sabe un montón del tiempo; aunque su tema preferido es el guano, como a él le gusta llamar a la basura, tal vez por su parecido con bueno. A este hombre, además de interesarle si va a llover mañana, lo que más le importa es si la luna de esta semana es buena para plantar los ajos; y cosas parecidas, que (aunque no tengan nada que ver con la agricultura) son fundamentales para la vida, como qué día es el más propicio para dejar preñada a una mujer.

Asclepiodoto y yo somos muy buenos amigos. Tenemos gustos distintos. Será por eso. A él le gustan las patatas con ajo, y a mi en cambio me chiflan las berenjenas esdrújulas. Y nunca nos peleamos. Yo le hablo de lo borde y traicionero que es Mourinho, y él me responde que este año las cabañuelas vienen bien para la siembra del trigo. Es decir nunca discutimos. Él da por bueno lo que yo le digo, y lo que él dice, a mí como ni me suena, pues eso, no le replico.

Pero hoy estoy muy encendido tras haber visto al portugués, cual el peor de los hoolligans, arremeter con su dígito poderoso contra el ojo del Pito, el Tito, o como se llame el sustituto del mister del Barsa. Por eso cuando el Asclepiodoto, harto de mis monsergas futboleras (no hay amigo que dure mil años) me ha mandado a tomar por saco, ¡que te vayas de una vez a remendar el agujero de ozono! (me ha dicho con su boca de comer), he cogido la pleita y el recincho que tenía colgado en la estaca de la cuadra, y he salido a escape de su garito.

Y ahora aquí encaramado me hallo en la estratosfera intentando zurcir con un baleo de esparto el gran descosido por donde se cuelan las radiaciones ultravioletas, ultramerengues, ultramontanas, ultradivinas, o como diablo se llamen esas partículas con forma de pez o de balón, que nos aborregan como a monceguillos en celo tras la visita del Obama de Roma.

2 comentarios:

  1. ja,ja,entre el obamaderoma y los futboleros...¡Menudo circo!
    Ni a uno ni a otro he asistido.
    Besicos salados,Juan.

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