¡Le pesa tanto el cuerpo! El joven está agotado, lleno de despecho. Y ya se sabe: las heridas de amor en la juventud son irresistibles. No sé si por su tamaño, por la inexperiencia o por la falta de aguante.
Precisamente a su padre los dioses le han dado no más de dos meses de vida. A la feria no llega. Va al hospital. Y se lo dice así, a las claras:
¿Estarías dispuesto, mi viejo, a dejarme morir en tu lugar?Árbol consumido, de arrugas acartonadas, quebradizos tendones y huesos chupados, ante tan destartalada proposición, tan apenado el padre se siente, que acepta:
Vale, pero de los trámites te encargas tú.Inmediatamente le pega un estirón a la aguja de la medicación de su progenitor proteico, y milagrosamente el joven se convierte en el cadáver del padre. El taita en cambio, mondo y lirondo, tan campante y con su cuerpo recién estrenado sale de la habitación besuqueándose con la enfermera de sus curas y atenciones.
¡Qué coincidencia! La misma y linda muchacha del desamor que horas antes le había llevado al hijo a desear la muerte.
¡¡que grandeza tienen tus bellos textos¡¡ esta asturiana te da inmensas gracias por ellos, un besin muy muy grande.
ResponderEliminar· De lo que se deduce que debemos pensar las cosas un poquito más de tiempo.
· Es un buen relato.
· Saludos
CristalRasgado & LaMiradaAusente
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