viernes, 28 de enero de 2011

Complejo Prometeo


¡Le pesa tanto el cuerpo! El joven está agotado, lleno de despecho. Y ya se sabe: las heridas de amor en la juventud son irresistibles. No sé si por su tamaño, por la inexperiencia o por la falta de aguante.

Precisamente a su padre los dioses le han dado no más de dos meses de vida. A la feria no llega. Va al hospital. Y se lo dice así, a las claras:
¿Estarías dispuesto, mi viejo, a dejarme morir en tu lugar?
Árbol consumido, de arrugas acartonadas, quebradizos tendones y huesos chupados, ante tan destartalada proposición, tan apenado el padre se siente, que acepta:
Vale, pero de los trámites te encargas tú.
Inmediatamente le pega un estirón a la aguja de la medicación de su progenitor proteico, y milagrosamente el joven se convierte en el cadáver del padre. El taita en cambio, mondo y lirondo, tan campante y con su cuerpo recién estrenado sale de la habitación besuqueándose con la enfermera de sus curas y atenciones.

¡Qué coincidencia! La misma y linda muchacha del desamor que horas antes le había llevado al hijo a desear la muerte.

2 comentarios:

  1. ¡¡que grandeza tienen tus bellos textos¡¡ esta asturiana te da inmensas gracias por ellos, un besin muy muy grande.

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  2. · De lo que se deduce que debemos pensar las cosas un poquito más de tiempo.
    · Es un buen relato.

    · Saludos

    CristalRasgado & LaMiradaAusente
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    ·

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