Ayer leí un poema tuyo. Y tus versos me sentaron como aquel trago de vino bien curado que el verano probé en la feria del Altiplano. El bodeguero y artesano ofrecía también trocitos de queso remojado en aceite para mejor saborear el macerado de las uvas de aquellos suelos terciarios tan idóneos para vinos de crianza. Por cierto, de allí me traje la arroba y media con la que me autogenero y disfruto en las comidas.
Hay versos, palabras madre, que, como las células del mismo nombre, levantan a un buey asustado, curan un carcinoma, y hasta tienen el poder de reconstruir un órgano, y sustituirlo por el dañado. Recuerdo que el otro día leí algo parecido, así como que Lázaro había resucitado porque hubo alguien que le habló de buenas maneras.
Y traigo aquí lo que escribí junto a tu poema; y no para que mi opinión se imponga sobre la hermosura de tus letras, sino porque su degustación me llevó de nuevo a beber el sabroso caldo del porrón de la existencia; me trasplantó por aquellos suelos de caliza, y pedregosos, de las viñas del noreste, las dulces tierras de mi infancia:
Si no fuera porque tu poema me descubrió con su intensidad la profundidad de un beso, la fuerza de un abrazo, tal vez la ternura no existiera.Y por eso escribo, te comento y bebo, por si tal vez tuviera la suerte de que de mis palabras nacieran besos; y de tus versos, abrazos. "Amor me mueve, amor me lleva a hablarte", le dijo Beatriz a Dante en el Infierno.
Qué de mis palabras nacieran besos...Cómo me gusta leerte amigo Juan.
ResponderEliminarYo siempre mando "besicos" trás mis palabras.
Esto es un poema grande, Azulada ¡todo un poema! Ya sabes que sé leer, bien. Y espero; no pierdo la esperanza de que otros, y tantos... dejen "palabras, madre".
ResponderEliminarY un grandísimo abrazo que reúna la huerta, la casa y a toda la familia, sin distancias, Juan, sin distancias.
Posdata: sigue, Juan, no dejes nunca de escribir ¡Es tan, pero tan necesaria la palabra, tan humana, como la vida!