viernes, 10 de octubre de 2025

La paloma y el olivo


Paz. Paz para los muertos. Y para los vivos, la sumisión y su derrota. ¿Qué comité del mundo pondría a un perro asilvestrado a cuidar de sus ovejas? Las hojas de la olivera me miran inquietas. No me fio de esta tranquilidad impuesta. Un gato inmóvil me mira como si yo fuese también su presa, pájaro incauto, sobre las ramas desconfiadas de un olivo en Oriente Medio.

La hojas victoriosas del laurel sobre la cabeza del César aletean cómplices su Nobel y atroz trofeo cargado de dinamita. Los brazos del árbol, hisopos que esparcen su paz augusta como cabezas de ajos sobre la devastación endemoniada de todo un pueblo sufrido y bendito. Y en el trajinar profundo y silencioso de las raíces de este olivo milenario quisiera yo escuchar, en esta mañana de armisticios interesados y optimistas, el zurear alegre de un nido de palomas blancas sobre las cumbres borrascosas de un monte Ararat en bancarrota.

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