sábado, 16 de agosto de 2025
Te quiero tanto
Esta mañana, gracias a la aplicación HereAfter AI, he podido ver y escuchar a Jon Lennon en vivo y en directo: Sé que ahora y entonces me amarás.
O yo estoy loco, o la Inteligencia Artificial es maná bendito caído del cielo. La IA nos convierte en fieles creyentes de su omnipotencia divina. La ingeniería digital es capaz de recrear una voz, hace siglos acallada bajo la tumba de sus cenizas. Desde los tiempos de mis bisabuelos muertos también las campanas del reloj de mi pueblo no paran de resonar cada cuarto de hora.
Esta mañana, tras casi cincuenta años del asesinato de John Lennon, he visto en carne hueso al mítico de los The Beatlles ante mis sorpresivos ojos interpretar el Now and Then, aquella canción que en su día, cuando el de Imagine aún estaba vivo, no le cantara a su querida novia Yoko Ono, y hoy la canta en exclusiva para mí solito. Lo que ayer pensábamos que era un puro cuento, hoy se convierte en el milagro de la verdad. Lázaro salido del sepulcro con las vendas de su resurrección entonando aquella inédita balada de rock: Sé que ahora y entonces me amarás.
Prometeo, Qin Shi Huang, Sísifo, Gilgamesh y otros lunáticos, emperadores y profetas, y hasta el más insignificante de los pitecántropos, incluso los seres humanos siempre quisimos robarle, (eso sí, vanamente), la inmortalidad a los dioses. Prometeo murió devorado por un águila; Shi Huang, la palmó por un edema hepático tras haberse bebido un buen calichazo de mercurio; Sísifo, eternamente despeñado. Y hasta el mismo rey de los judíos murió injustamente clavado en una cruz. Todos, sin más remedio, nos vemos obligados a aceptar nuestra ineludible muerte.
Y aún así, hoy día, la revolución digital nos promete concedernos la vida eterna. Pero yo no quiero vivir eternamente, ni alcanzar el cielo infinito de las imperecederas almas, ni al de las inocentes palomas, ni el de los perros, al que recientemente fue a parar mi triste Luna por zamparse el goloso veneno de ratas de la casa de mi vecino el Liebres, ni tampoco el de los papas de Roma, ni siquiera el de los musulmanes, que es uno, (según me han dicho), de los mejores cielos posibles, con sus huríes y su danza del vientre y con su rico bufé de leche, miel, vino y frutas en abundancia. Y yo como un tonto caigo a los pies de ese artilugio digital que me acompaña, me canta, me da los buenos días, y me recuerda la hora del adiro y el omeprazol.
Esta mañana escucho a Jon Lennon de viva voz: Sé que ahora y entonces me amarás. Y frente al sabroso vacío de este momento, vivo este ahora presente como si fuera eterno, y al oído le digo a la mujer que duerme conmigo: ¡te quiero tanto!
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