domingo, 4 de agosto de 2024
El paraíso de la luna
Caminábamos junto al sendero que bordea la pared de los cipreses. Mi padre me cogió de la mano. Llegamos a la parte más alta. Allí, la fuente lanzaba dulce el agua sobre el cauce sin soltarla un momento. Cierra los ojos, -me dijo. Tendría yo tres años. Transcurrido no más de un minuto escuché de nuevo: Hijo, ya puedes abrirlos. Y de pronto mi padre me mostró la Luna. Ella me miró generosa, llena y hermosa, fresca y blanca, más seductora y atractiva que cualquier otra maravilla de la Tierra. Parecía una era de paja iluminada en medio de la brisa de la noche. La Luna me engatusó.
Ya de mayor, trabajé, empeñé mi herencia, enajené mis fincas, me desprendí de todo por llegar a la Luna. Me puse en contacto con una inmobiliaria de origen americano, Lunar Paradise. La chica que me atendió con voz celeste me contaría que su empresa había adquirido como propiedad la Luna. Yo extrañado le pregunté si Naciones Unidas permitiría semejante latrocinio. La señorita de voz celeste desplegó delante de mí unas viejas escrituras registradas a nombre de su jefe, un tal Daniel Ocam. Me dijo que este señor había adquirido legalmente de un alto tribunal estadounidense la propiedad de la Luna. Hice efectivo el pago que me acreditaba como dueño de una pequeña parcela lunar. Luego me embarqué todo ilusionado a este lugar en el que ahora me encuentro, junto a la misma orilla del Mare Serenitatis.
Pero, he de reconocer que esta Luna no es la misma Luna que mi padre un día de vacaciones me hiciera ver en una encantadora noche de verano. Tampoco esta Luna es la misma con la que soñaba Sabines. https://www.poemas-del-alma.com/la-luna.htm#google_vignette
Yo pensaba que la Luna con sus alas de plata agitaría de placer mi corazón enamorado. Yo vine a la Luna para saciarme con sus senos de luz, para realzar el lado más noble de mis emociones, para impulsar con su transparencia la parte más utópica de mis ideas, para ver hogueras encendidas de deseos colmados, vapores inflamados de justicia repartida... yo vine a la Luna para encontrar el amor de mi vida..., pero aquí sólo hay cráteres apagados, polvo desenamorado, montañas estériles…
Si yo no fuese hijo de mi padre, ahora mismo le arrebataría a Aquiles su furia contra el dios Apolo y con sus mismas palabras arrancadas de la Iliada le diría a grito limpio: Tú me has engañado, tú el más funesto de los dioses, yo te castigaría si tuviera poder para ello.
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